LAS RESISTENCIAS. - Pasos terapéuticos.
En
Diafreo llamamos resistencias a las diferentes actitudes que aparecen en la
persona, la mayor parte de las veces inconscientes, para defenderse del trabajo
terapéutico.
El sistema
defensivo que, en su día, le ayudó a sobrevivir física y psíquicamente, está
integrado en la personalidad de tal manera que, en la actualidad, la persona, identificada
con su sistema defensivo, no tiene conciencia de su existencia, no lo asume
como tal, y tampoco conoce las posibilidades que podrían abrirse al soltarlo.
Aunque produzca
síntomas, nos impida vivir plenamente y nos aprisione, el sistema defensivo
está integrado como garantía de un cierto equilibrio y de un nivel aceptable de
supervivencia física y psíquica. Por eso deshacer los engranajes de este
sistema defensivo nos enfrenta a lo desconocido y a los miedos inconscientes
que este sistema encubre.
Aunque la
demanda al iniciar una terapia sea liberarse del malestar, al incidir mediante
el trabajo de la Diafreo
de manera directa sobre las estructuras defensivas, éstas, al haber sido
integradas como un mecanismo de supervivencia, entrarán en acción para protegerse.
Aparecerán entonces lo que llamamos las resistencias.
Sin
embargo, la persona que se defiende en la terapia, lo hace de una manera
inconsciente, pues su propio mecanismo de defensa engaña a su mente consciente.
Si no son
detectadas en la terapia, estas resistencias pueden hacer fracasar el trabajo
terapéutico.
El sistema defensivo se
organiza en el cuerpo mediante tensiones musculares y viscerales.
Estas
rigideces condicionan la forma del cuerpo, que, a su vez, condiciona y modula
la circulación de la información. En consecuencia, la percepción de un@ mism@ y
del exterior y la capacidad de respuesta quedan también condicionados
A nivel
físico, estas rigideces evitan una postura o un movimiento que podría provocar
o despertar un dolor físico, antiguo o actual.
Pero, al
inhibir el flujo de información de nuestros sistemas sensorial y nervioso, se disminuye
o inhibe también el impacto emocional de una información. De este modo
movimientos que llevarían a una acción que en su día hubiera sido conflictiva,
quedan bloqueados.
Para vivir y
movernos integrando este sistema y no darnos cuenta de nuestras limitaciones,
utilizamos vías alternativas musculares y nerviosas en sustitución de las que
quedaron bloqueadas en la actual forma del cuerpo.
Sin embargo, al
poner el cuerpo en las posturas de estiramiento que inciden sobre los músculos
contraídos, al solicitar un movimiento perdido, impidiendo la utilización de
las vías alternativas o al desbloquear la respiración, aparecerá, muy
probablemente, una resistencia, la mayor parte de las veces inconsciente, para no
soltar estos mecanismos defensivos. Pues estos mecanismos fueron importantes en
su día para la supervivencia física y psíquica y como tal están integrados.
Formas de resistencia en la sesión
Estas
resistencias aparecerán en la sesión, ante todo a nivel físico, mediante las
compensaciones. También como imposibilidad de realizar o comprender ciertos
movimientos.
Aparecerán
también bajo forma de ataques de sueño y distracciones cuando, eliminada toda
compensación, el movimiento perdido o la percepción perdida de una parte del
cuerpo, aparecerían inevitablemente. Otra forma de resistencia puede presentarse
mediante dolores, molestias, cosquillas etc. en el lugar que trabajamos o en
otro completamente alejado, de forma que acaban distrayendo la atención del
punto conflictivo. También mediante la palabra, llevando la conversación por
otros derroteros.
Todas
estas situaciones, muchas veces sutiles y que, a menudo, lograrán su finalidad,
serán consideradas como resistencias cuando se repitan e impidan el trabajo
previsto.
La labor
del/de la terapeuta será descodificar estos mecanismos de defensa en su cuerpo,
hacerlos poco a poco conscientes a su cliente, y dar propuestas para atravesarlas.
.
A nivel psíquico este
sistema defensivo determinará una forma de relación y comportamiento en la vida
cotidiana y en la sesión.
Podemos encontrarnos,
en primer lugar, con las resistencias
formales. Se trata de las actitudes sociales de relación que son las
primeras que utilizará con nosotr@s. Suelen ser actitudes estereotipadas para
mostrarse hacia el exterior y que encubren los sentimientos. Por ejemplo, una
excesiva educación, una amabilidad forzada, una actitud estudiadamente
cínica...muchas veces expresando lo opuesto a lo que encubre o una forzada alegría
puede encubrir una gran tristeza, como si sonriendo siempre, se asegurase que
la tristeza existente nunca aparecerá.
Por
tanto, en la sesión aparecerán las actitudes sociales que la persona ha
desarrollado para, soslayando sus problemas, relacionarse con el entorno.
Todo ello
se evidenciará en la relación transferencial.
Estas
resistencias se manifestarán también en la reproducción de situaciones
parentales conocidas y en la repetición de los mecanismos que la persona tuvo
que utilizar en su vida para conseguir la aprobación, el amor o un lugar.
Siempre
que alguna situación se repita muchas veces empezaremos a considerarla como
mecanismo de resistencia. Por ejemplo, si la persona llora de forma repetitiva
y no muestra otras emociones. Lo que podría ser deseable en una persona
acorazada que no logra conectar con sus emociones, acaba siendo una resistencia
en otras, si esta manifestación impide continuar el trabajo y encubre otras emociones.
En
Diafreo, tenemos en cuenta los dos aspectos, físico y psíquico, aunque nunca
pueden desvincularse uno de otro ya que el cuerpo es la materialización de los
procesos psíquicos y el instrumento para la expresión.
Los
aspectos psíquicos son siempre expresados corporalmente y las tensiones físicas
tienen siempre un aspecto psicológico.
¿Cómo actuamos?
a)- En una primera fase, observamos simplemente.
Tomamos nota de estas primeras impresiones.
¿Qué
transmite la actitud corporal de esta persona?, ¿qué expresa?, ¿corresponde a
lo que ella cuenta?, ¿cómo mira?, ¿mira o intenta evitar la mirada?, ¿sonríe
siempre?, ¿cómo es su voz?, ¿habla mucho, poco?, ¿de sí misma?, ¿siempre de sus
dolores?, ¿siempre de los demás?, ¿qué nos transmite su voz?
Durante
la sesión: ¿Se queja si le duele?, ¿se ríe?, ¿está muy callada?, ¿corresponde
lo que nos dice a la expresión que vemos en su rostro y en su actitud
corporal?, ¿le resulta difícil mantener los ojos abiertos?, ¿se duerme?,
¿trabaja con la fuerza?, ¿habla mucho?, ¿lleva la conversación a temas alejados
de lo que está sucediendo en la sesión?...
Difícilmente
llegaremos a un trabajo en profundidad si no podemos atravesar estas
resistencias mas formales. Sin embargo, siempre hay que dejar un espacio de
transición y no ponerlas bruscamente al descubierto. Será importante evitar
entrar en el juego social que representan. Si conservamos una actitud
terapéutica, la mayoría de las veces, estas defensas dejarán de actuar por si
solas al dejar de tener utilidad.
La
actitud del/de la terapeuta es importante, cuidando de no minimizar, no
generalizar, ningún dolor, ninguna información, estando atent@s a captar lo que
la persona expresa detrás de su capa más social. Guardando una actitud atenta y
dispuesta a la vez que cuidando de no entrar en los juegos defensivos de la
persona (seducción, agresión, cinismo, negatividad etc.) El espacio terapéutico
debe cuidarse desde el primer día. Los mecanismos de defensa más superficiales
caerán al encontrarse con un espacio de confianza, de no juicio, de escucha, y
de invitación a la escucha de un@ mism@. Y sobre todo al aprender a estar y
escuchar al cuerpo.
Puesto
que La Diafreo
tiene esta gran capacidad de reestructuración de las estructuras básicas
físicas y por lo tanto psíquicas, a medida que el/la cliente vaya descubriendo
una nueva manera de vivirse y comprenderse, la máscara social irá cayendo.
De todas
formas, será importante como terapeutas detectar estas defensas porque el juego
social destruiría la relación terapéutica.
Capas más profundas de resistencia:
La función de espejo.
Tanto
frente a estas resistencias más superficiales como en las que irán apareciendo
a lo largo de la terapia, nuestra principal herramienta de trabajo será la
función de espejo.
El espejo
se limita a reflejar. No juzga, muestra.
b) En una primera
fase simplemente mostramos. Podemos utilizar la frase “¿Te das cuenta de
que...?”
Por ejemplo:
¿te das
cuenta de que...
...te ríes
cuando te duele?
...hablas
mucho durante la sesión?
...utilizas
mucho la fuerza?
...tensas
mucho el vientre?
...mueves
el pie cuando respiras?
...siempre
te duele en otro lugar cuando trabajamos las piernas?
Así vamos
observando y mostrando, haciéndolos conscientes, sus mecanismos.
Cómo, por
ejemplo, se tensa siempre lordosando al hablar de un determinado tema, cómo
siempre se duerme al trabajar una determinada parte del cuerpo, como se ríe
siempre al comentar temas tristes o dolorosos, como se enfada o bien se calla
cuando le duele, como minimiza lo que le sucede y así un largo etc.
c) Segunda fase. Cuando la persona va
dándose cuenta de sus mecanismos, cuando puede decir: “si, me doy cuenta”,
podemos preguntar “¿por qué?”.
¿te das
cuenta de que tensas siempre el vientre cuando hablas?, ¿por qué crees que lo
haces? ¿puedes sentirlo?
¿por qué
crees que haces todo con tanto esfuerzo?
¿por qué
crees que te ríes cuando te duele?
¿por qué
crees que te vas con la mirada?
¿por qué
crees que tensa de nuevo el cuello, la ingle, el vientre etc.?
¿qué
crees que está expresando este pequeño movimiento de la mano? Siéntelo.
d) En una tercera
fase vendría la propuesta de cambio.
“Intenta
contar lo mismo sin tensar el vientre. Te puedo ayudar (masaje suave y firme
inhibiendo la tensión). ¿Qué sientes así? Escucha ahora tu voz ¿qué expresa?
“Intenta
dejar que el brazo se estire sin ningún esfuerzo. Observa lo que sientes, o
como lo vives, o qué significa para ti estirar con tensión o sin ella.”
“Si te das cuenta de que siempre te ríes
cuando te duele, si crees que lo haces para evitar expresar otra cosa, o si no
sabes por qué, yo te invito a probar otra manera. Por ejemplo, simplemente no reír
y observar lo que sientes.”
“Intenta
mantener la mirada.” Intenta saber cuándo te irías con ella. ¿Qué sientes si
intentas no seguir este primer impulso? ¿Qué significa para ti?
“Intenta
entrar en este pequeño movimiento y sentirlo, Amplíalo más y más. ¿Qué expresa?
¿Que sientes?
e) Cuarta
fase. La elaboración suele aparecer espontáneamente si hay la escucha y el
espacio para ello, o podemos facilitarla más adelante preguntando, por ejemplo,
cómo relaciona lo que ocurre en la sesión con su vida cotidiana y con su infancia.
“Cuando
algo te duele en tu vida cotidiana: ¿te ríes también?, ¿Por qué crees que lo
haces? ¿Qué habría sucedido, en tu infancia si te hubieras quejado, enfadado o
llorado?”
f) Quinta fase. La
aplicación a la vida cotidiana.
Lo que ha
sucedido en la sesión se puede aplicar a la vida cotidiana. Proponerle
observar, preguntarse, intentar un cambio.
No es
suficiente darse cuenta y elaborar. Todo ello podría quedar solamente para el intervalo
de la sesión, como si de otro plano de realidad se tratara. Es necesario
invitar a la observación en la vida cotidiana. La información corporal revela
datos acerca de un@ mism@ inestimables. Hay que proponer observar sus
reacciones corporales y relacionarlas con sus situaciones vitales.
¿En qué
circunstancia utiliza estos mecanismos de resistencia en su vida cotidiana? ¿En
qué momentos vuelve la tensión o el dolor? ¿O los síntomas conocidos? Si
intenta cambiar los mecanismos descubiertos en la sesión (en este ejemplo reír),
¿qué implica este cambio al nivel de los sentimientos? ¿Y de su relación con
los demás? ¿Qué ocurre con su actitud corporal? ¿Cuándo vuelve a doblarse, a
cerrar el pliegue?
¿Qué sucede
cuando no puede expresarse? ¿Donde siente el bloqueo? Etc. Esta observación va
afinándose a medida que se van descubriendo nuevos datos en la sesión. Y, será
llevándolos a la conciencia de lo cotidiano, cuando aparecerá el deseo de
cambio. Desde los cambios en la vida cotidiana es cuando aparecen los grandes
cambios. Si no, la terapia corporal, podría correr el peligro de convertirse en
una herramienta de mantenimiento para poder continuar soportando situaciones
destructivas.
Observación durante la elaboración. -
Después
de haber soltado una zona de tensión, abierto un bloqueo, descubierto una
emoción, una memoria etc. hay que continuar vigilando, pues de manera sutil,
las resistencias tendrán tendencia a aparecer de nuevo impidiendo la aparición
de la información que, por motivos conocidos o desconocidos, la persona había
cerrado a la percepción. Así, mientras la persona descarga, elabora, cuenta o
simplemente habita y siente, continuamos observando e impidiendo todo tipo de
bloqueo que aparezca en: la respiración, vértebras, lordosis, escalenos,
diafragma, axilas, ingles, piernas, pies, manos y todas las zonas que esta
persona tiene tendencia a bloquear.
Porque solamente
siendo aceptada y/o elaborada sin cerrar de nuevo la nueva sensación, emoción o
memoria, podrá verdaderamente ser integrada.
Compensaciones, resistencias y relación terapéutica.
Aunque difícilmente
se pueden desligar las resistencias físicas y psíquicas, puesto que el cuerpo
expresa con su actitud el carácter de la persona, podemos observar en la
sesión, que las compensaciones que se trabajan desde la óptica mezierista son
la manifestación física de las resistencias de las que se habla en el
psicoanálisis. Pueden tener una lectura a nivel mecánico puesto que siguen
siempre la trayectoria de las cadenas musculares y otra a nivel psicológico.
Suelen ser completamente inconscientes o, aunque sean conscientes, son difícilmente
evitables desde la voluntad de la persona.
A nivel
mecánico podemos decir que las cadenas musculares intentan siempre conservar su
misma longitud y al ser estiradas en un punto acortan en otro, para conservar
siempre su longitud adquirida. Solamente cederán si no tienen otra alternativa.
Esto sucederá cuando impidamos las compensaciones, las vías alternativas o defensivas.
Así, al impedir las vías alternativas,
obligamos, de esta forma, al sistema nervioso a abrir los circuitos que estaban
cerrados.
Por ello,
al ser la terapia la que atenta contra esta organización defensiva, la persona
utilizará medios para conservarla, aunque a nivel consciente quiera cambiarla.
Aparecerán
las compensaciones, y otras defensas de tipo psicológico, como por ejemplo
hablar mucho para no trabajar o para no sentir lo que ocurre en su cuerpo o su
inconsciente, sentir siempre un dolor en otro lugar del que estamos trabajando,
olvidarse de la sesión, enfadarse con algún hecho relacionado con la sesión.
Puede también decidir, en momentos de resistencia, parar el proceso terapéutico
concluyendo, desde el razonamiento, que no necesita más sesiones, o bien
priorizar los impedimentos cotidianos para no asistir a la sesión, llegar
tarde, etc. Podemos suponer, entonces, que todos estos mecanismos defensivos
indican que su estructura defensiva, en estos momentos está moviéndose. Es un
dato importante para tener en cuenta y que hay que exponer con tacto.
Las resistencias, también, del/de la terapeuta.
Cuando el
trabajo terapéutico pasa por un parón, por la rutina y el aburrimiento, siempre
hay que preguntarse si estarán actuando los mecanismos de resistencia.
Estos
mecanismos no son exclusivos de l@s clientes y pueden también ser los propios
del/de la terapeuta que puede inconscientemente temer que al movilizar las
estructuras del/de la cliente se muevan las suyas propias, y también temer a
los afectos que el/la cliente le mueve. También puede querer evitarle el
sufrimiento que supone enfrentarse a ciertas memorias. Por esto es tan
importante el propio proceso terapéutico
y recurrir a una revisión en estos casos para que nos ayude a clarificarnos.
Si el/la
terapeuta cae en los juegos defensivos del/de la cliente, que a veces son extremadamente
sutiles, los mecanismos de defensa no habrán hecho más que reorganizarse y
reforzarse.
Sin
embargo, cuando ocurre este parón o estancamiento en la sesión o el/la cliente
se vuelve agresivo, o aparecen dolores, críticas etc. no puede ni debe ser
achacado solamente a los mecanismos de resistencia del/de la cliente, sino que
todo ello debe pasar siempre por una seria reflexión sobre nuestro trabajo y la
parte de responsabilidad que podamos tener en esta situación. No pueden
atribuirse las críticas negativas del/de la cliente solamente a los mecanismos
de defensa. Hay que sopesarlo, sin sentimientos de culpa, pero con
responsabilidad, sabiendo que también actúan las propias resistencias, o que
podamos haber tenido fallos en nuestro trabajo. Todo ello debe ser reconocido
para poder continuar avanzando.
Por lo
tanto, hay que tener siempre presente que los mecanismos de defensa que la
persona haya tenido que integrar en su vida, van a aparecer. Que estos
mecanismos pueden incluso llevar a la persona a una postura agresiva si éste es
su sistema. Y verlo así, como un mecanismo de defensa que nuestra actuación
sobre su coraza ha despertado, evitará que caigamos en el juicio y nos ayudará
a atravesar estas difíciles circunstancias.
Es
solamente si todo ello puede suceder en un espacio terapéutico donde lo que sucede
es tomado como un dato para intentar comprender y no como una ofensa personal o
un juicio hacia nuestro trabajo, que el mecanismo defensivo podrá poco a poco
ser sustituido por uno más operativo y que no produzca dolor.
La clave para
atravesar este sistema defensivo está: en trabajar en un plano más profundo, en
no caer nunca en el juicio, ni del/de la terapeuta, ni del autojuicio del/de la
cliente, sino en el intento de comprensión.
Cuando
aparecen las resistencias hay que utilizar la función de espejo, plantear la
situación y pedir el consentimiento del/de la cliente. Así podremos utilizar
nuestros conocimientos para ayudar a la persona a darse cuenta y atravesar
estas zonas de resistencia.
El si profundo.
La capa
más profunda de la resistencia es la falta de lo que yo llamo el “sí profundo”.
Es la implicación definitiva de un@ mismo en el proceso de cambio. Es aceptar
dejar de esperar de afuera lo que la persona debía haber recibido en su día y
no recibió, y decidirse a hacer un proceso interno, no para los demás, no para
tener la aprobación del/ de la terapeuta y el entorno, no para cambiar a los
demás, no porque el universo se lo debe, sino para si mism@.
Esto
implica la aceptación del duelo, dejar la esperanza de que un día el exterior
será el proveedor de lo que falta: amor, autoestima, autodefensa etc. Implica
también aceptar un determinado grado de soledad, de confianza y fe en un
proceso que, al fin y al cabo, le es desconocido.
Este
proceso se facilita trabajando en los planos más profundos de conciencia.
Trabajar en un plano más profundo significa la conexión con el plano de lo
sutil y con el Espacio Interno. El trabajo con la Energía , y en un plano más
profundo con el Espacio Interno ayuda a las personas a no quedarse tan fijadas
en los conflictos de la coraza y vivir la
experiencia de una parte siempre intacta de si mismos. Será a partir de la
experiencia de este punto de referencia interno cuando la persona podrá
atravesar las resistencias que le impiden lanzarse hacia el cambio profundo y
buscar su equilibrio interno. Y poder dejar de luchar consigo mism@, con sus
conflictos internos entre lo que es y lo que “debería” ser.
Al igual
que encendiendo la luz, alejamos la oscuridad de una habitación, es esta parte
de luz la que hay que ayudar a crecer. Es donde se encuentra la fuerza y la
confianza, y serán ellas las que alejarán el miedo y proporcionarán nuevas
herramientas para atravesar las resistencias.
Sin por
ello dejar de trabajar siempre abriendo el camino a través de los demás planos:
observando, abriendo y elaborando todo lo que lo impida.
Es la
experiencia lo que permite creer y transformarnos. La experiencia no necesita
la fe, pero debe ser repetida para que un@ pueda saber que es real.
El papel de
la terapeuta es ser el/la aliad@ de esta parte luminosa y no el perseguidor de
la negrura.