miércoles, 11 de mayo de 2016

RELACIONAR EL CUERPO Y LA PSIQUE

      
Cómo ayudar a una persona que viene con una demanda de tipo psicológico, a relacionar su cuerpo y su psique.

MALEN CIREROL
   
       Cuando una persona con problemas psicológicos acude a nosotr@s tiene alguna noción, aunque sea solamente un concepto intelectual, de que un trabajo corporal puede ayudarle a sentirse mejor.
      Cuando Conchita vino a verme, estuvo largo rato contándome sus depresiones. Había hecho una terapia de tipo conductista, sus síntomas habían mejorado y las depresiones eran más  espaciadas. Se sentía más satisfecha en sus relaciones  gracias a que  había aprendido a actuar de una manera  menos conflictiva .
      Sin embargo persistía en ella una sensación de tensión permanente, que le impedía ser espontánea en sus actos y vivir las situaciones relajadamente. Ella decía que no tenía nunca la sensación de sentirse bien. A menudo tenía angustia.
      Quería aprender a relajarse. Le habían aconsejado  venir a verme diciéndole que este trabajo la podía ayudar. 
      Tenía un aspecto muy pulcro: bien vestida,  bien maquillada,  sin un cabello fuera de su sitio. En conjunto daba la sensación de rigidez, como si no pudiera permitirse ningún movimiento que pusiera en peligro esta imagen perfecta. Su voz era funcional  y bien matizada e intercalaba sonrisas frecuentes durante su relato. Cuando hablaba de sus problemas, aparecía de vez en cuando una expresión muy triste en su voz y sus ojos, pero rápidamente recuperaba su expresión habitual.
      Al hacer la lectura corporal lo que más llamaba la atención, era  una gran lordosis que implicaba toda la columna hasta la séptima vértebra cervical. A partir de la séptima cervical la curva de las cervicales era casi inexistente.
      Había también mucha tensión en la cintura escapular. Las clavículas, las articulaciones esterno-claviculares y los esterno-cleido-mastoideos eran muy visibles. Sus manos eran frías, y mal irrigadas. Al cabo de unos minutos de estar en la posición de pie cobraban un tono azulado al igual que los pies. Se quejaba de tener poca fuerza en las manos.
      Podía suponer que su vientre estaba duro, puesto que a pesar de la lordosis aparecía firme. Sus piernas eran largas, de aspecto un poco tubular y la piel de color más mortecino que el resto del cuerpo dando la sensación de estar poco energetizadas.
      En la inclinación hacia delante, aparecía una ligera escoliosis.
      En la posición acostada la lordosis permanecía, y, al respirar, solamente  movía la parte alta del torax. Al proponerle respirar con mayor amplitud, su cara enrojecía y su espalda se separaba cada vez más del suelo y, al proponerle bajar la espalda  en la espiración, se sentía perdida y sorprendida al darse cuenta de que no lo lograba.
       Probando las diferentes posturas, su rigidez se manifestaba ante todo al posturar los brazos, bloqueo que explicaba sus problemas circulatorios.. Al abducirlos a más de 90º su  caja torácica se deformaba notablemente.
      Era posible levantar las piernas en ángulo recto. Sin embargo era al precio de  una fuerte lordosis dorso-lumbar y un gran bloqueo del diafragma.
      Tenía, aparentemente, una buena independencia de la cabeza, pero cada movimiento, inclinación o rotación,  aumentaba  su hiperlordosis interescapular y el bloqueo en inspiración. Ello hacía suponer que al ir desapareciendo este bloqueo respiratorio y la hiperlordosis, la rigidez de los músculos del cuello sería más evidente.
      Al tocarle el vientre, se confirmaba mi anterior suposición: estaba muy duro y esta dureza aumentaba en el intento de espirar a fondo impidiendo que las costillas bajaran. Poco a poco, al mover suavemente su masa abdominal, dándole una referencia con mi otra mano en su espalda y un suave masaje, podía vivir la experiencia  de abandonarse un poco. Su espalda iba bajando  hacia el suelo, su rostro iba cambiando de color, y entonces manifestaba que una opresión que le había aparecido en la garganta produciéndole angustia estaba desapareciendo  Era una sensación nueva para ella: poder respirar sin  un gran esfuerzo y sin angustia. Esta experiencia la motivó para iniciar la terapia conmigo y la sostuvo cuando aparecieron momentos difíciles.
      Es importante, siempre que sea posible, en una primera sesión hacer vivir a la persona una experiencia nueva y positiva. O, al menos, si es una persona muy intelectual, ayudarla a comprender que el trabajo propuesto le puede llevar hacia un mayor bienestar.
      Conchita era una persona que utilizaba la razón para comprender sus problemas. En sus momentos de crisis no podía parar de pensar, según decía. Por eso esta experiencia corporal, placentera, tranquilizadora, había sido tan importante para ella. Una ventana se había abierto  dejando entrar una nueva luz para mirar sus problemas desde un aspecto diferente.
      La poca percepción corporal, el bloqueo energético de las extremidades y la tendencia a llevar la energía hacia la cabeza se añadían a su relato y me hacían concluir que había muchos agujeros en la estructuración de su “yo”.
     Proyecto.-
     Por lo tanto, después de este primer contacto, mi proyecto fue trabajar ante todo la conciencia corporal, con la intención de ayudarla en este proceso de estructuración. Tenía  poca percepción  de su cuerpo y ello,  en gran parte, era la causa de su sentimiento de inseguridad. El círculo vicioso se establecía cuando, para huir de este sentimiento de inseguridad se refugiaba en sus funciones intelectuales bien desarrolladas, aumentando así su disociación entre cuerpo-mente, entre intelecto y sentimientos.
Era importante, en una primera fase, que viviera sobretodo experiencias positivas para así ayudarla a encaminarse por esta vía para que, perdiendo el miedo a las manifestaciones de su cuerpo, pudiera iniciar un proceso que la ayudara a ir  estructurando estos vacíos de su  “yo”.
     Desde el punto de vista energético, la intención era abrir poco a poco el bloqueo de la columna y del diafragma para dejar fluir la energía hacia los brazos, la pelvis y las piernas en una primera fase. En una segunda fase, insistir cada vez más en estar con su energía o su conciencia en estas partes de su cuerpo, permitiéndose sentir  y expresar con la  voz, la palabra y con la expresión emocional del cuerpo, las sensaciones, sentimientos e imágenes que pudieran aparecer. Y, lo que es fundamental para estucturarse internamente, conectar con el espacio interno.

Tratamiento.    
      Al iniciar las sesiones el acento estaba puesto en lograr ampliar la experiencia del primer día; es decir, respirar lo más relajadamente posible dejando caer lentamente la columna sobre mi mano primero y luego sobre el suelo. Esto iba acompañado de una exploración para percibir cada vez más finamente las sensaciones corporales que ello le producía. ¿Cómo sentía su columna cuando  podía soltarla? ¿qué sensaciones había en su vientre cuando se ablandaba con la ayuda de la respiración y el masaje? ¿cómo sentía su cabeza cuando la respiración iba bajando?¿ qué había ocurrido con la anterior sensación de tensión ?
    También posturábamos lo que aparecía en la lectura corporal, aprovechando cada postura para ayudarla a llevar la conciencia a una  parte determinada de su cuerpo y describir lo que allí podía percibir.
    Al principio no sentía más que sensaciones externas como por ejemplo el apoyo, el contacto de mi mano etc...Poco a poco fueron afinándose las percepciones, apareciendo sensaciones internas como circulación, presencia de los huesos, sensaciones energéticas, tensiones. La sensación de tensión indeterminada fue localizándose pudiendo distinguir qué  zonas de su cuerpo estaban más contraídas y en qué momentos de la sesión y de su vida cotidiana tensaba de nuevo.
      Su mecanismo de resistencia más aparente era irse con el pensamiento de la sesión. Sin darse cuento del cómo, se encontraba pensando en cualquier cosa de su vida cotidiana. Era muy difícil para ella permanecer con la conciencia en su cuerpo. Otro mecanismo de resistencia era, a partir de la pregunta sobre su sensación, encauzar sutilmente la respuesta hacia el terreno verbal.
Ejemplo: Al posturar la pierna y preguntarle: “¿qué sensación tienes en tu pierna?”  respondía: ”Siento tensión. ¡ Ah!¡ claro!... Mi madre me ha contado que empecé a andar a los nueve meses .¡ Imagínate! seguro que debía contraerme.  Me contó que me caí y tuvieron que llevarme a urgencias....” . Era el relato de un hecho sin su carga emocional. Al atraer mi atención y la suya hacia este hecho de su infancia buscaba una explicación racional a su tensión y  dejaba de estar presente en su pierna cooperando para soltar esta tensión.
      La gran tensión que Conchita llevaba hacia su cabeza le producía con frecuencia cefaleas muy intensas. En las sesiones había podido darse cuenta que cuando quería hacer un esfuerzo voluntarioso para estirar o soportar una postura, su columna se arqueaba y la energía, en un reflujo, subía hacia su cabeza,  enrojeciendo su cara y produciendo los primeros síntomas de una cefálea. Empezaba a darse cuenta que esto ocurría con mucha frecuencia en su vida cotidiana.
      Un día llegó a la sesión con una de sus grandes jaquecas. Había dudado hasta el último minuto para decidirse a venir. Sin embargo fue  su implicación, su curiosidad por comprender sus mecanismos, que la animaron. Fue difícil lograr que se relajara un poco y fuera respirando más profundamente. Para ayudarla a bajar la energía le propuse respirar en la pelvis como si tuviera allí un tercer pulmón. Al inicio, para lograrlo contraía fuertemente los aductores; le ayudé con mis manos  a soltar esta tensión y le propuse un pequeño movimiento. Al terminar yo veía una pequeña vibración en los muslos que, sin embargo, ella no percibía.
      Al preguntarle qué sentía allí, no pudo hablarme más que de la parte alta de su cuerpo. Sentía cada vez más tensión en la garganta y sobretodo en las manos. Su dolor de cabeza iba aumentando. Cuando más quería intentar saber qué sentía en sus muslos, más arqueaba su espalda. Intentaba conectar con ellos mediante  un gran esfuerzo de voluntad, como hacía siempre en su vida. Su estado de tensión iba en aumento y apareció también un fuerte dolor de estómago .
      Poco a poco logramos reducir la alarma que estaba subiendo en su cuerpo. Fue con la ayuda de mis manos y de mi voz que pudo de nuevo ir paulatinamente relajando los músculos de la espalda. Con un suave masaje en la zona lumbar y en la masa abdominal su conciencia pudo bajar de nuevo a la pelvis, la columna fue depositándose primero en mi mano, luego en el suelo. La respiración fue haciéndose más profunda y relajada al poder soltar gran parte del mecanismo inspiratorio. De pronto sus piernas empezaron a vibrar fuertemente e incontrolablemente. Me miró con terror. Dándole la mano para infundirle seguridad, le ayudé con la palabra a que fuera aceptando esta manifestación de su cuerpo. Pudo permitírselo. Su expresión fue cambiando. Fue pasando del miedo a la sorpresa... al placer. Empezó a sentir pequeños movimientos agradables que recorrían todo su cuerpo, muy especialmente sus brazos y sus piernas. Lágrimas de emoción aparecieron en sus ojos. El dolor de cabeza, de estómago y de las manos desaparecieron en el mismo instante en que pudo aceptar vivir su vibración. Durante largo rato estuvo a la escucha de sus sensaciones. Este pequeño movimiento interno continuaba por todo su cuerpo. Ella lo expresó como movimiento de vida. Decía que por primera vez en su vida sentía sus brazos y piernas vivos, los sentía suyos. Las lágrimas dejaron paso a una expresión nueva de paz y alegría en sus ojos. Se sentía muy feliz y daba gozo verla.
      Esta experiencia fue muy importante. A partir de este día había una fe y una convicción en ella, a pesar de los antiguos mecanismos, que volvían una y otra vez. Había nacido en ella el deseo de saber cada vez más qué  escondían  su pelvis, sus piernas, sus  brazos, ¿por qué había enfermado? ¿para no sentirlo y saberlo?. Sabía porque, aunque fuera por un momento, lo había experimentado, que cuando pudiera conquistar definitivamente todas las parcelas de su cuerpo, su mente quedaría en paz.
      En esta primera fase, no pusimos ningún acento en hacer aparecer las emociones. Cuando aparecían, intentábamos hacerlas conscientes si era posible(¿pertenecían a la pena, al miedo, a la alegría, al enfado?) y aceptarlas .
      Al introducir  los movimientos de descarga, observé con sorpresa que entraba fácilmente en ellos siempre que no implicaran algo que ella viviera como violento, como podrían ser patadas o gritos. Podía, por ejemplo, patalear y encontrarlo muy placentero. Se sorprendía y decía que se sentía “como un bebé”. Sin embargo poderse permitir expresar con la voz fue mucho más largo. Sentía vergüenza y miedo al oír su voz; no la reconocía.
      Así pues nuestro trabajo consistió en aumentar, ante todo, la percepción de su cuerpo; utilizando para ello el estiramiento, el movimiento, el contacto y el trabajo energético.
     En el trabajo energético: canalizar primero la energía a todas las partes del cuerpo para, posteriormente tolerar cada vez más tiempo la energía y la conciencia en un segmento concreto dejando aparecer sensaciones imágenes y expresiones con el cuerpo y la palabra.
      Las emociones hacían su aparición. Aparecían sobre todo, en un principio, el miedo y la rabia. El proceso fue permitir la aparición de estas emociones solamente hasta el punto en que Conchita podía aceptarlas,  vivirlas y expresarlas sin desbordarse, sin contraerse, dejándolas existir en su cuerpo. Vigilando que no apareciera ningún bloqueo respiratorio ni ninguna tensión muscular en los puntos que ella habitualmente utilizaba para bloquear la percepción. Solamente así podía ir perdiéndoles el miedo. Los movimientos de descarga empezaron siendo muy cortos por la misma razón.
      Poco a poco pudo ir uniendo los recuerdos que aparecían en su cuerpo con sus vivencias y emociones. Permitirse revivir, por ejemplo, cuánto se asustó siendo pequeñita, al ser forzada a andar. Podía aceptar sentir el miedo que había quedado  preso en sus piernas, y, así, siendo ahora adulta y estando en un espacio protegido, poder liberarlas expresando también la rabia por haber sido  forzada.   
      Su cuerpo lleva escrito la memoria de los malos tratos recibidos en su infancia y llevará tiempo dejar salir todo el miedo, el dolor y la rabia acumulados en él. Para abandonar sin miedo la imagen de perfección que tuvo que imponerse para ser aceptada y librarse de la violencia.
    Todo ello debe ir siempre muy arropado por un trabajo estructurante para recuperar la confianza y  el placer de encontrarse consigo misma, con su cuerpo, e, ir descubriendo su capacidad de autonomía y su fuerza

    Así aparecía con claridad como sus miedos, sus crisis de pánico, sus depresiones estaban  completamente ligadas  a la desconexión de la memoria de su cuerpo. Había tenido que  bloquear las oleadas de información para poder sobrevivir psíquicamente en su infancia; pero este mismo bloqueo le impedía vivir ahora y la enfermaba. Ya no le servía. Los seres humanos tenemos este privilegio. Podemos  volver sobre nuestros pasos y liberar las memorias para  poder escribir un nuevo camino. Pero creo firmemente que ello no es posible sin  recuperar nuestro cuerpo.
     
MALEN CIREROL






No hay comentarios: