jueves, 13 de octubre de 2016

SISTEMA DEFENSIVO

    


CONTRACCIÓN O EXPANSIÓN.
Estructuración de un sistema defensivo.

Sentirse amado.
El contacto, el amor, son factores  esenciales en el desarrollo humano.

En el siglo XIII, el emperador Federico II de Alemania ( según el artículo: “El milagro del tacto” de  George Howe Colt) realizó un terrible experimento empírico.
Para descubrir el lenguaje que hablarían los niños si se criaban sin oír ninguna palabra ni ser tocados, puso a varios recién nacidos que habían sido arrebatados a sus padres, al cuidado de unas nodrizas que les daban de comer, pero que tenían prohibido hablarles o acariciarlos. Los niños no aprendieron ningún idioma. Todos murieron antes de aprender a hablar.

Las experiencias con primates (los bebés prefieren  al  muñeco  peludo  que  no  da  de comer al muñeco  de alambre  que  da  de  comer), la observación de los niñ@s en orfanatos y hospitales confirman, en la actualidad, la necesidad vital del contacto para un desarrollo sano del  ser humano. La experiencia de las madres – canguro en el desarrollo de bebés prematuros en EEUU lo ratifica.
El contacto forma parte de los cuidados que precisa un recién nacido y acompaña la experiencia de sentirse amado, aceptado como experiencia global: corporal, emocional y psíquica.
Un bebé necesita del contacto  piel  con  piel, ser tocado, cuidado, limpiado y alimentado con gestos amorosos; ser mirado a los ojos con amor. Oír una voz suave y tierna. Este mensaje  de amor que recibe el niño  pasa a través de todos los sentidos: la voz, el tacto, el gusto a través de la leche materna y la mirada. Así vive una experiencia completa de sentirse amado.
Y es a través de vivir su cuerpo como objeto de amor para el otro, que el niñ@ desarrolla la autoestima e incorpora positivamente su imagen corporal. Al ser tratad@ con amor, la imagen que se le devuelve es la de su cuerpo como bueno y amable y así puede ir asimilándolo, pudiendo vivirlo plenamente sin necesidad de bloquear los estímulos que de él  recibe.
Si embargo, si la experiencia de amor y aceptación no es total, deberá protegerse parcialmente para no sufrir.

En un espacio terapéutico deberían, en cierta manera, reproducirse estas circunstancias para que la persona encuentre un espacio donde se sienta aceptada sin juicio; con interés, afecto y respecto para explorar su interior. En su artículo, George Howe cita la frase de un anoréxico recuperado, en cuyo tratamiento se habían utilizado los masajes: “Me dije a mí mismo          -afirma- que si esta persona piensa que mi cuerpo está lo suficientemente bien para tocarme, quizás mi cuerpo esté bien”.

Vivir positivamente las primeras experiencias de contacto y comunicación, permitirá al bebé un buen desarrollo motor y de todos sus sistemas internos. En el ámbito emocional, la experiencia será de suficiente bienestar y quedará grabada al nivel de su memoria. Y será esta sensación placentera registrada que hará nacer el deseo y el impulso de la repetición de estas vivencias.
Si estas primeras impresiones son suficientemente buenas y predominará la expansión de su ser sobre la contracción y tensión interna; su musculatura se desarrollará con un buen tono muscular sin perder flexibilidad, y su capacidad respiratoria será buena y se adaptará  a cada  circunstancia. Sus sentidos estarán despiertos.
Todas estas condiciones son necesarias para desarrollar un buen sistema defensivo que le permita detectar y protegerse adecuadamente en futuras  experiencias de “no amor”. Y también le  permitirán tener la suficiente flexibilidad, cuando las condiciones sean favorables, para dejar de utilizar este sistema y vivir así, plenamente, la experiencia del amor.    
Una vez adulta, esta persona tendrá una  autoestima suficientemente buena para sentirse íntegra y buscar en sus relaciones amorosas  al otr@  para el intercambio. Pudiendo diferenciar y protegerse de las relaciones de simbiosis, de poder o  de dependencia.  

Experiencias dolorosas: consecuencias.
Toda  experiencia  afectiva  es  recibida a través de los sentidos. Si un bebé sufre en la infancia experiencias repetidas de “no amor”, sentirá malestar y su organismo entero se alterará. Esta experiencia dolorosa será vivida globalmente; tanto en el plano físico, como en el emocional y  energético.
Si la información traumática recibida a través de los sentidos es lo suficientemente intensa o lo suficientemente repetida, el organismo se protege bloqueando las informaciones que provienen de los sentidos mediante las vías  nerviosas. Para  ello utiliza contracciones de la musculatura lisa y estriada, disminuyendo así la intensidad de este  flujo de información. Con  ello  evitará también su descodificación por parte del cerebro asegurando así la supervivencia física  y  psíquica. Porque la supervivencia solamente está asegurada si no hay un nivel excesivo de dolor.
Para disminuir la intensidad de los estímulos dolorosos, el bebé inhibirá parcialmente su capacidad respiratoria y ello afectará muy directamente su sistema visceral, hormonal, nervioso y músculo-esquelético. Este proceso tendrá como consecuencia, la inhibición de ciertas funciones del organismo (sentidos, movimientos, percepciones etc...) y de ciertas emociones. Proceso que, más adelante,  le impedirá vivir plenamente.  

Organización  muscular.-
Para organizar y fijar estos bloqueos, se utilizan contracciones musculares crónicas defensivas en la musculatura motriz sobre la que el/la niñ@ tenga un control.
Pero este control sobre el sistema nervioso y muscular del bebé dependerá de la fase de desarrollo en que se encuentre el/la niñ@, en el momento de la experiencia dolorosa.
Si a estas primeras  experiencias  dolorosas  se  suman otras, este primario  mecanismo  de  defensa irá readaptándose.
Las contracciones crónicas defensivas, no se organizarán de cualquier modo, sino que  seguirán las cadenas musculares descritas por Françoise Mézières.
También dependerán del  estadio  de  maduración  del  sistema  nervioso  en  el  momento  en  que  se  produzca  la  experiencia  traumática organizándose  en  diferentes  niveles, tal  como lo  describió W, Reich.

Al  transcurrir los  años, la musculatura de estas  cadenas, crónicamente contraída tendrá un tono muscular excesivo y esta  hipertonía la mantendrá siempre dispuesta a la acción. Por esto  será la  que  en primer lugar se  utilizará en  los  movimientos  cotidianos.
Esto  formará  un  círculo  vicioso  que  irá  aumentando  paulatinamente su  tensión crónica.
La orden de realizar ciertos movimientos que provocarían la liberación de las vías nerviosas y, por lo tanto la aparición de la información, quedará inhibida. En consecuencia se irá perdiendo gradualmente la capacidad de adaptar la acción diferencialmente a cada situación, es decir, la flexibilidad.

Esta flexibilidad o falta de ella no queda limitada al nivel muscular, respiratorio y visceral, sino que  se traduce también al ámbito emocional y psíquico. 

La información enviada por nuestros sentidos se descodifica  en  nuestro  cerebro y es la que nos conecta con la realidad actual. Si esta información que nuestros sentidos nos transmiten queda bloqueada en las vías que en su día quedaron inhabilitadas, no será procesada adecuadamente y nuestra percepción y por lo tanto nuestra acción o respuesta a una situación concreta, estará condicionada por memorias, reglas morales, esquemas  mentales, fantasías y, o, el conocimiento intelectual.
Una circunstancia determinada, actual, quedará teñida y mediatizada.
Por  ejemplo, si tenemos la memoria archivada de otra situación, que en otra época de nuestra vida tuviera algún factor en común y hubiera  sido vivida, entonces, de forma traumática y sin posibilidad de respuesta, la  situación  actual  la  reavivará. Entonces nuestra  percepción  de la  situación actual, así como nuestra respuesta,  estarán  condicionadas por ello.
Nos faltará la flexibilidad para percibir y adaptarnos adecuadamente a la situación tal como es en la actualidad y la respuesta  memorizada  de  inhibición se repetirá.  

Al  nivel  de biomecánica  muscular, cuando un músculo sano entra en acción, se producen a un nivel microscópico, unos puentes que lo encogen. Algo parecido como encajan  las dos partes de una cremallera. Estos puentes se sueltan de nuevo cuando el músculo vuelve al estado de reposo.
Al perder flexibilidad los músculos se contraen crónicamente. Entonces estos puentes, permanecen completamente, o en parte, fijados.
En estos casos, al ser solicitada la acción del músculo, éste podrá responder de dos maneras: bien provocando una hipertrofia (crecimiento alterado) del músculo y, o utilizando otros músculos que forman cadena con él, para reforzar la acción. Esto  provocará movimientos cada vez más en bloque.
Así, por ejemplo, para hacer un movimiento con la mano, se utilizarán el brazo, el hombro, los omóplatos y el cuello. Ésta musculatura será aparentemente más fuerte, pero habrá perdido su flexibilidad, su capacidad de actuar selectivamente y, con el tiempo, su fuerza.

Estas contracciones crónicas condicionan la forma del cuerpo provocando desplazamientos de las articulaciones y presiones que actúan sobre todo el sistema (circulatorio, linfático, hormonal, músculo-esquelético, nervioso y visceral) pudiendo provocar patologías en cualquiera de ellos.
También la  forma  adquirida por  el cuerpo  determinará  nuestra  actitud corporal  que  es  inconsciente y que condiciona en gran parte  nuestras  relaciones  con los  demás.

Estas cadenas musculares mantienen la organización del cuerpo, la organización inhibitoria de la información recibida por los sentidos, y la inhibición de la acción.
Sin embargo a pesar de estos bloqueos la acción debe ser preservada de alguna manera para la supervivencia, y es así como se utilizan grandes bloques de movimientos para sustituir el movimiento inhibido.
Si quisiéramos voluntariamente realizar estos pequeños movimientos perdidos no podríamos hacerlo tan fácilmente. No  encontraríamos  la  orden para  recuperarlo, mientras la prohibición emocional del sistema límbico fuera más importante que  la orden dada desde la voluntad.


TRATAMIENTO EN DIAFREO.    

En Diafreo, la herramienta terapéutica es el cuerpo. En diferentes posturas adaptadas a cada persona estirando las distintas cadenas musculares, liberando la función respiratoria, realizamos un trabajo isométrico en la musculatura  crónicamente contraída. Pero esto es solamente posible si no permitimos que surja ninguna compensación  en ningún punto del cuerpo, a lo largo de estas cadenas.
Nuestro trabajo por lo tanto, al nivel  mecánico, consiste en impedir la acción  de las vías alternativas para recuperar de nuevo la utilización  de  los movimientos inhibidos.

Para lograrlo es necesario que todo el ser se ponga en disposición para cambiar un sistema que hasta ahora, bien  o mal, le ha permitido adaptarse. Necesita la buena disposición y la calidez de parte del/de la  terapeuta. Este/a, tiene la función de buscar la forma adecuada para ayudar a la persona a encontrar la mejor manera, para ella, de soltar estas tensiones y abrirse a nuevas percepciones de sí misma.
El marco terapéutico, y el propio conocimiento progresivo deben llegar a crear un sentimiento de confianza que llegue a ser superior al temor a soltar las defensas.
Para ello el/la  terapeuta deberá  ayudarle  a darse cuenta de cómo funciona su musculatura, de los movimientos que no puede realizar, de la relación de su estado muscular y emocional, de cómo puede aprender a ayudarse a sí mism@),
Cuando la persona deja su sistema defensivo, necesita a alguien a su lado que le acompañe en las vivencias de situaciones antiguas y nuevas para poder procesarlas y asimilarlas. El/la terapeuta le invitará a  darse cuenta de, en qué situaciones de su vida cotidiana vuelve a contraer su musculatura, a bloquear su respiración y por lo tanto inhibir  la percepción  y, o la expresión; y, con el tiempo, a relacionar todo ello con la historia de su vida.

Acercamos el cuerpo al eje.
Al estar organizados los músculos en cadena y al actuar sobre ella en su totalidad, serán los músculos más contraídos, pertenecientes a esta cadena que harán evidente su tensión, al resistirse a la elongación solicitada. Al acercar de nuevo el cuerpo a su eje en las posturas de estiramiento,  puede aparecer un dolor físico, frecuentemente lejos del síntoma que la persona quiere solucionar. Este dolor corresponde muchas veces a lo que Françoise Mézières llamó “el dolor oculto”.  
Cuando el  cuerpo  huye  de  un  dolor debido a las tensiones internas, o a agentes externos como accidentes, caídas etc, se organizan una serie de tensiones en cadena. Sin embargo esta nueva organización de la musculatura hace salir al cuerpo de su eje armonioso y entrar en un sistema de fuerzas compensatorias. Al cabo del tiempo, el dolor puede aparecer en otro lugar y no es más que una consecuencia de este otro dolor físico y muchas veces psíquico del que  huimos en su tiempo.


En Diafreo  buscamos  liberar  la  expresión  emocional  del  cuerpo.
Si las contracciones crónicas e inconscientes del cuerpo controlan la entrada de la información,  también bloquean la expresión hacia el exterior. Para nuestra expresión emocional  utilizamos también nuestra musculatura. Y los músculos de nuestra cara, nuestros brazos, piernas garganta etc… pueden ser inhibidos para limitar esta expresión.
Vivimos en una sociedad que controla la manifestación emocional desde la más pequeña infancia. Algunas mediante la ridiculización, otras por la represión. Estas represiones se materializan mediante estas contracciones musculares.
Así, por ejemplo contraemos la parte delantera del cuello para retener el llanto, y las piernas y brazos para retener la rabia.
Recuperar la expresión emocional del cuerpo, es importante para recuperar nuestro equilibrio muscular y emocional.

Despertar la sensibilidad energética, por  otra  parte, significará ser conscientes de la energía de vida que a todos nos mueve. Saber si la dejamos fluir por nuestro cuerpo con todo lo que ello significa, o bien si hay  parcelas de nuestro cuerpo en las que la inhibimos, nos aportará mucha información.
Abrirnos a esta sensibilidad, puede ayudarnos a sentir nuestra conexión con todo lo vivo y con otras energías, ayudándonos a trascender los planos físico y emocional y conectar con nuestro ser más profundo.

Por lo tanto en Diafreo el trabajo consistirá en:
.- Trabajo de estiramiento de las cadenas, desbloqueo respiratorio, trabajo de conciencia corporal y energético.
.- Crear un ambiente terapéutico de suficiente confianza para que la persona pueda permitirse explorarse tal como es, sin sentirse presionada o juzgada. Este marco terapéutico debe dar seguridad  y ser contenedor.
.- Ayudar a expresar lo que siente debido a la movilización provocada por el trabajo corporal.
.- Ayudar a la persona a recuperar la expresión emocional del cuerpo.
.- Invitar a la persona, a través de una nueva percepción de su cuerpo, a recuperar su vida emocional encerrada en sus contracciones crónicas.
.- Ayudarla a relacionar este proceso con su vida cotidiana y su historia.
.- Buscar  la  percepción  de la  unidad  mediante el tránsito  por  los  cuatro  niveles  de conciencia.
.- La elaboración psicológica y emocional estará siempre ligada al trabajo corporal.

El/la Diafrista debe tener una buena formación en anatomía. Sin embargo esta anatomía es vista y estudiada desde el punto de la óptica  Mézières. Cambiando la visión analítica habitual por el concepto de globalidad que se apoya en el funcionamiento de los músculos en cadenas. Se estudia cada parte, en su relación con el todo. Es decir que, cada acción que se ejerce sobre cualquier segmento del cuerpo, tiene repercusiones en todo él.
Debe tener un conocimiento profundo de las leyes fundamentales del método Mézières y conocer las diferentes posturas en las que se ponen en estiramiento estas cadenas musculares. Saber observar  la aparición de las compensaciones que aparecerán en otros puntos del cuerpo al alinearlo y  ayudar a abrir los bloqueos en cualquier punto de estas cadenas.
Debe poseer conocimientos suficientes sobre las diferentes estructuras corporales y su correspondencia con las diferentes estructuras psíquicas, y sobre la forma en que las contracciones musculares crónicas las determinan.
Conocer los  diferentes procesos psíquicos  que la  relación  terapéutica  provoca.
Tener una capacidad de observación, para ver los mecanismos de compensación y defensa  que son diferentes en cada persona.
Estar capacitado/a para acompañar a las personas en el proceso emocional que acompaña  a la liberación de las tensiones profundas, ayudándolas a relacionar su vida con su estado corporal.
Desarrollar, por descontado, la sensibilidad de las manos y conocer las diferentes formas de trabajo para deshacer las tensiones, tocar, contactar, conducir, ayudar…
Y lo que probablemente es lo más importante: la propia terapia personal, puesto que  no se puede comprender ni aplicar una terapéutica que pretenda ser profunda, sin que el/la  terapeuta haya pasado por su propio proceso.

Malén Cirerol


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