CONTRACCIÓN
O EXPANSIÓN.
Estructuración
de un sistema defensivo.
Sentirse amado.
El
contacto, el amor, son factores
esenciales en el desarrollo humano.
En
el siglo XIII, el emperador Federico II de Alemania ( según el artículo: “El
milagro del tacto” de George Howe Colt)
realizó un terrible experimento empírico.
Para
descubrir el lenguaje que hablarían los niños si se criaban sin oír ninguna
palabra ni ser tocados, puso a varios recién nacidos que habían sido
arrebatados a sus padres, al cuidado de unas nodrizas que les daban de comer,
pero que tenían prohibido hablarles o acariciarlos. Los niños no aprendieron
ningún idioma. Todos murieron antes de aprender a hablar.
Las
experiencias con primates (los bebés prefieren
al muñeco peludo
que no da de
comer al muñeco de alambre que da de
comer), la observación de los niñ@s en orfanatos y hospitales confirman,
en la actualidad, la necesidad vital del contacto para un desarrollo sano
del ser humano. La experiencia de las
madres – canguro en el desarrollo de bebés prematuros en EEUU lo ratifica.
El
contacto forma parte de los cuidados que precisa un recién nacido y acompaña la
experiencia de sentirse amado, aceptado como experiencia global: corporal,
emocional y psíquica.
Un
bebé necesita del contacto piel con
piel, ser tocado, cuidado, limpiado y alimentado con gestos amorosos;
ser mirado a los ojos con amor. Oír una voz suave y tierna. Este mensaje de amor que recibe el niño pasa a través de todos los sentidos: la voz,
el tacto, el gusto a través de la leche materna y la mirada. Así vive una
experiencia completa de sentirse amado.
Y
es a través de vivir su cuerpo como objeto de amor para el otro, que el niñ@
desarrolla la autoestima e incorpora positivamente su imagen corporal. Al ser tratad@
con amor, la imagen que se le devuelve es la de su cuerpo como bueno y amable y
así puede ir asimilándolo, pudiendo vivirlo plenamente sin necesidad de
bloquear los estímulos que de él recibe.
Si
embargo, si la experiencia de amor y aceptación no es total, deberá protegerse
parcialmente para no sufrir.
En un espacio terapéutico deberían, en cierta manera,
reproducirse estas circunstancias para que la persona encuentre un espacio
donde se sienta aceptada sin juicio; con interés, afecto y respecto para
explorar su interior. En su artículo, George Howe cita la frase de un anoréxico
recuperado, en cuyo tratamiento se habían utilizado los masajes: “Me dije a mí
mismo -afirma- que si esta persona piensa que mi
cuerpo está lo suficientemente bien para tocarme, quizás mi cuerpo esté bien”.
Vivir
positivamente las primeras experiencias de contacto y comunicación, permitirá
al bebé un buen desarrollo motor y de todos sus sistemas internos. En el ámbito
emocional, la experiencia será de suficiente bienestar y quedará grabada al
nivel de su memoria. Y será esta sensación placentera registrada que hará nacer
el deseo y el impulso de la repetición de estas vivencias.
Si
estas primeras impresiones son suficientemente buenas y predominará la
expansión de su ser sobre la contracción y tensión interna; su musculatura se
desarrollará con un buen tono muscular sin perder flexibilidad, y su capacidad
respiratoria será buena y se adaptará a
cada circunstancia. Sus sentidos estarán
despiertos.
Todas
estas condiciones son necesarias para desarrollar un buen sistema defensivo que
le permita detectar y protegerse adecuadamente en futuras experiencias de “no amor”. Y también le permitirán tener la suficiente flexibilidad,
cuando las condiciones sean favorables, para dejar de utilizar este sistema y
vivir así, plenamente, la experiencia del amor.
Una
vez adulta, esta persona tendrá una
autoestima suficientemente buena para sentirse íntegra y buscar en sus
relaciones amorosas al otr@ para el intercambio. Pudiendo diferenciar y
protegerse de las relaciones de simbiosis, de poder o de dependencia.
Experiencias dolorosas:
consecuencias.
Toda experiencia
afectiva es recibida a través de los sentidos. Si un bebé
sufre en la infancia experiencias repetidas de “no amor”, sentirá malestar y su
organismo entero se alterará. Esta experiencia dolorosa será vivida
globalmente; tanto en el plano físico, como en el emocional y energético.
Si
la información traumática recibida a través de los sentidos es lo suficientemente
intensa o lo suficientemente repetida, el organismo se protege bloqueando las
informaciones que provienen de los sentidos mediante las vías nerviosas. Para ello utiliza contracciones de la musculatura
lisa y estriada, disminuyendo así la intensidad de este flujo de información. Con ello
evitará también su descodificación por parte del cerebro asegurando así
la supervivencia física y psíquica. Porque la supervivencia solamente
está asegurada si no hay un nivel excesivo de dolor.
Para
disminuir la intensidad de los estímulos dolorosos, el bebé inhibirá
parcialmente su capacidad respiratoria y ello afectará muy directamente su
sistema visceral, hormonal, nervioso y músculo-esquelético. Este proceso tendrá
como consecuencia, la inhibición de ciertas funciones del organismo (sentidos,
movimientos, percepciones etc...) y de ciertas emociones. Proceso que, más
adelante, le impedirá vivir
plenamente.
Organización muscular.-
Para
organizar y fijar estos bloqueos, se utilizan contracciones musculares crónicas
defensivas en la musculatura motriz sobre la que el/la niñ@ tenga un control.
Pero
este control sobre el sistema nervioso y muscular del bebé dependerá de la fase
de desarrollo en que se encuentre el/la niñ@, en el momento de la experiencia
dolorosa.
Si
a estas primeras experiencias dolorosas
se suman otras, este
primario mecanismo de
defensa irá readaptándose.
Las
contracciones crónicas defensivas, no se organizarán de cualquier modo, sino que seguirán las cadenas musculares descritas por
Françoise Mézières.
También
dependerán del estadio de
maduración del sistema
nervioso en el
momento en que
se produzca la
experiencia traumática
organizándose en diferentes
niveles, tal como lo describió W, Reich.
Al transcurrir los años, la musculatura de estas cadenas, crónicamente contraída tendrá un
tono muscular excesivo y esta hipertonía
la mantendrá siempre dispuesta a la acción. Por esto será la
que en primer lugar se utilizará en
los movimientos cotidianos.
Esto formará
un círculo vicioso
que irá aumentando
paulatinamente su tensión crónica.
La
orden de realizar ciertos movimientos que provocarían la liberación de las vías
nerviosas y, por lo tanto la aparición de la información, quedará inhibida. En
consecuencia se irá perdiendo gradualmente la capacidad de adaptar la acción
diferencialmente a cada situación, es decir, la flexibilidad.
Esta
flexibilidad o falta de ella no queda limitada al nivel muscular, respiratorio
y visceral, sino que se traduce también
al ámbito emocional y psíquico.
La información enviada por
nuestros sentidos se descodifica en nuestro
cerebro
y es la que nos conecta con la realidad actual. Si esta información que
nuestros sentidos nos transmiten queda bloqueada en las vías que en su día
quedaron inhabilitadas, no será procesada adecuadamente y nuestra percepción y
por lo tanto nuestra acción o respuesta a una situación concreta, estará
condicionada por memorias, reglas morales, esquemas mentales, fantasías y, o, el conocimiento
intelectual.
Una
circunstancia determinada, actual, quedará teñida y mediatizada.
Por ejemplo, si tenemos la memoria archivada de
otra situación, que en otra época de nuestra vida tuviera algún factor en común
y hubiera sido vivida, entonces, de
forma traumática y sin posibilidad de respuesta, la situación
actual la reavivará. Entonces nuestra percepción
de la situación actual, así como
nuestra respuesta, estarán condicionadas por ello.
Nos
faltará la flexibilidad para percibir y adaptarnos adecuadamente a la situación
tal como es en la actualidad y la respuesta
memorizada de inhibición se repetirá.
Al nivel
de biomecánica muscular, cuando un músculo sano entra en
acción, se producen a un nivel microscópico, unos puentes que lo encogen. Algo
parecido como encajan las dos partes de
una cremallera. Estos puentes se sueltan de nuevo cuando el músculo vuelve al
estado de reposo.
Al
perder flexibilidad los músculos se contraen crónicamente. Entonces estos
puentes, permanecen completamente, o en parte, fijados.
En
estos casos, al ser solicitada la acción del músculo, éste podrá responder de
dos maneras: bien provocando una hipertrofia (crecimiento alterado) del músculo
y, o utilizando otros músculos que forman cadena con él, para reforzar la
acción. Esto provocará movimientos cada
vez más en bloque.
Así,
por ejemplo, para hacer un movimiento con la mano, se utilizarán el brazo, el
hombro, los omóplatos y el cuello. Ésta musculatura será aparentemente más
fuerte, pero habrá perdido su flexibilidad, su capacidad de actuar
selectivamente y, con el tiempo, su fuerza.
Estas contracciones crónicas
condicionan la forma del cuerpo provocando desplazamientos de las articulaciones y
presiones que actúan sobre todo el sistema (circulatorio, linfático, hormonal,
músculo-esquelético, nervioso y visceral) pudiendo provocar patologías en
cualquiera de ellos.
También
la forma
adquirida por el cuerpo determinará
nuestra actitud corporal que
es inconsciente y que condiciona
en gran parte nuestras relaciones
con los demás.
Estas
cadenas musculares mantienen la organización del cuerpo, la organización
inhibitoria de la información recibida por los sentidos, y la inhibición de la
acción.
Sin
embargo a pesar de estos bloqueos la acción debe ser preservada de alguna
manera para la supervivencia, y es así como se utilizan grandes bloques de
movimientos para sustituir el movimiento inhibido.
Si
quisiéramos voluntariamente realizar estos pequeños movimientos perdidos no
podríamos hacerlo tan fácilmente. No
encontraríamos la orden para
recuperarlo, mientras la prohibición emocional del sistema límbico fuera
más importante que la orden dada desde
la voluntad.
TRATAMIENTO
EN DIAFREO.
En Diafreo, la herramienta terapéutica es el cuerpo. En
diferentes posturas adaptadas a cada persona estirando las distintas cadenas
musculares, liberando la función respiratoria, realizamos un trabajo isométrico
en la musculatura crónicamente
contraída. Pero esto es solamente posible si no permitimos que surja ninguna
compensación en ningún punto del cuerpo,
a lo largo de estas cadenas.
Nuestro
trabajo por lo tanto, al nivel mecánico,
consiste en impedir la acción de las
vías alternativas para recuperar de nuevo la utilización de los
movimientos inhibidos.
Para
lograrlo es necesario que todo el ser se ponga en disposición para cambiar un
sistema que hasta ahora, bien o mal, le
ha permitido adaptarse. Necesita la buena disposición y la calidez de parte
del/de la terapeuta. Este/a, tiene la función
de buscar la forma adecuada para ayudar a la persona a encontrar la mejor
manera, para ella, de soltar estas tensiones y abrirse a nuevas percepciones de
sí misma.
El marco terapéutico, y el
propio conocimiento progresivo
deben llegar a crear un sentimiento de confianza que llegue a ser superior al temor
a soltar las defensas.
Para
ello el/la terapeuta deberá ayudarle
a darse cuenta de cómo funciona su musculatura, de los movimientos que
no puede realizar, de la relación de su estado muscular y emocional, de cómo
puede aprender a ayudarse a sí mism@),
Cuando
la persona deja su sistema defensivo, necesita a alguien a su lado que le
acompañe en las vivencias de situaciones antiguas y nuevas para poder
procesarlas y asimilarlas. El/la terapeuta le invitará a darse cuenta de, en qué situaciones de su
vida cotidiana vuelve a contraer su musculatura, a bloquear su respiración y
por lo tanto inhibir la percepción y, o la expresión; y, con el tiempo, a relacionar
todo ello con la historia de su vida.
Acercamos
el cuerpo al eje.
Al
estar organizados los músculos en cadena y al actuar sobre ella en su
totalidad, serán los músculos más contraídos, pertenecientes a esta cadena que
harán evidente su tensión, al resistirse a la elongación solicitada. Al acercar
de nuevo el cuerpo a su eje en las posturas de estiramiento, puede aparecer un dolor físico,
frecuentemente lejos del síntoma que la persona quiere solucionar. Este dolor
corresponde muchas veces a lo que Françoise Mézières llamó “el dolor oculto”.
Cuando
el cuerpo huye
de un dolor debido a las tensiones internas, o a
agentes externos como accidentes, caídas etc, se organizan una serie de
tensiones en cadena. Sin embargo esta nueva organización de la musculatura hace
salir al cuerpo de su eje armonioso y entrar en un sistema de fuerzas
compensatorias. Al cabo del tiempo, el dolor puede aparecer en otro lugar y no
es más que una consecuencia de este otro dolor físico y muchas veces psíquico
del que huimos en su tiempo.
En Diafreo buscamos
liberar la expresión
emocional del cuerpo.
Si
las contracciones crónicas e inconscientes del cuerpo controlan la entrada de
la información, también bloquean la expresión
hacia el exterior. Para nuestra expresión emocional utilizamos también nuestra musculatura. Y los
músculos de nuestra cara, nuestros brazos, piernas garganta etc… pueden ser
inhibidos para limitar esta expresión.
Vivimos
en una sociedad que controla la manifestación emocional desde la más pequeña
infancia. Algunas mediante la ridiculización, otras por la represión. Estas
represiones se materializan mediante estas contracciones musculares.
Así,
por ejemplo contraemos la parte delantera del cuello para retener el llanto, y
las piernas y brazos para retener la rabia.
Recuperar
la expresión emocional del cuerpo, es importante para recuperar nuestro
equilibrio muscular y emocional.
Despertar la sensibilidad
energética, por otra
parte, significará ser conscientes de la energía de vida que a todos nos
mueve. Saber si la dejamos fluir por nuestro cuerpo con todo lo que ello
significa, o bien si hay parcelas de
nuestro cuerpo en las que la inhibimos, nos aportará mucha información.
Abrirnos
a esta sensibilidad, puede ayudarnos a sentir nuestra conexión con todo lo vivo
y con otras energías, ayudándonos a trascender los planos físico y emocional y
conectar con nuestro ser más profundo.
Por
lo tanto en Diafreo el trabajo consistirá en:
.-
Trabajo de estiramiento de las cadenas, desbloqueo respiratorio, trabajo de
conciencia corporal y energético.
.-
Crear un ambiente terapéutico de suficiente confianza para que la persona pueda
permitirse explorarse tal como es, sin sentirse presionada o juzgada. Este
marco terapéutico debe dar seguridad y
ser contenedor.
.-
Ayudar a expresar lo que siente debido a la movilización provocada por el
trabajo corporal.
.-
Ayudar a la persona a recuperar la expresión emocional del cuerpo.
.-
Invitar a la persona, a través de una nueva percepción de su cuerpo, a
recuperar su vida emocional encerrada en sus contracciones crónicas.
.-
Ayudarla a relacionar este proceso con su vida cotidiana y su historia.
.-
Buscar la percepción
de la unidad mediante el tránsito por
los cuatro niveles
de conciencia.
.-
La elaboración psicológica y emocional estará siempre ligada al trabajo
corporal.
El/la Diafrista debe tener una buena formación
en anatomía. Sin embargo esta anatomía es vista y estudiada desde el punto de
la óptica Mézières. Cambiando la visión
analítica habitual por el concepto de globalidad que se apoya en el
funcionamiento de los músculos en cadenas. Se estudia cada parte, en su
relación con el todo. Es decir que, cada acción que se ejerce sobre cualquier
segmento del cuerpo, tiene repercusiones en todo él.
Debe
tener un conocimiento profundo de las leyes fundamentales del método Mézières y
conocer las diferentes posturas en las que se ponen en estiramiento estas
cadenas musculares. Saber observar la
aparición de las compensaciones que aparecerán en otros puntos del cuerpo al
alinearlo y ayudar a abrir los bloqueos
en cualquier punto de estas cadenas.
Debe
poseer conocimientos suficientes sobre las diferentes estructuras corporales y
su correspondencia con las diferentes estructuras psíquicas, y sobre la forma
en que las contracciones musculares crónicas las determinan.
Conocer
los diferentes procesos psíquicos que la
relación terapéutica provoca.
Tener
una capacidad de observación, para ver los mecanismos de compensación y
defensa que son diferentes en cada
persona.
Estar
capacitado/a para acompañar a las personas en el proceso emocional que
acompaña a la liberación de las
tensiones profundas, ayudándolas a relacionar su vida con su estado corporal.
Desarrollar,
por descontado, la sensibilidad de las manos y conocer las diferentes formas de
trabajo para deshacer las tensiones, tocar, contactar, conducir, ayudar…
Y
lo que probablemente es lo más importante: la propia terapia personal, puesto
que no se puede comprender ni aplicar
una terapéutica que pretenda ser profunda, sin que el/la terapeuta haya pasado por su propio proceso.
Malén Cirerol
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