viernes, 8 de julio de 2016

Empatía, simbiosis e intercambio energético en el trabajo.-






Empatía, simbiosis e intercambio energético en el trabajo.-

En  una  sesión la comunicación se  establece en  diferentes  niveles, mucho  más  allá de los  gestos  visibles  y  las  palabras. Para  que  pueda  crearse un espacio  terapéutico  suficientemente  bueno el/la  terapeuta  debería  desarrollar  su  capacidad empática.

La  palabra  EMPATÍA proviene  del  griego (“emocionado”) y  es  la  capacidad cognitiva  de percibir, en  un  contexto  común , lo  que  otro  individuo puede sentir. También es  descrita como un  sentimiento de  participación  afectiva de una  persona  en  la  realidad que afecta a  otra. (Wilkipedia)

Dice Carl  Rogers sobre  la  empatía...” Hay  que  esforzarse en  vivenciar la  situación y  los sentimientos de  la  otra  persona, procurar introducirse dentro de  ella hasta el  punto de  poder intuir aquello que ella misma  no ve.
¿Hasta  qué  punto  puede  ser  esto  una  técnica factible  de  ser  enseñada? Mas  bien  depende de  la  sensibilidad innata del/de la  terapeuta que  le  hace posible  quedarse  en  blanco, abrirse  totalmentr al/a la  otro/a de  modo que resuene en  él/ella, como  si  se  hubiese  transformado en  una  antena  parabólica.
Esta  comprensión empática exige no  olvidar  que se  trata de los  sentimientos  de  otra  persona y  no  de  los  nuestros. Si  lo  que  escuchamos  tiene  alguna relación con  problemas  o  sentimientos  nuestros, es  muy  fácil identificarse  con  ellos y  sufrir  el  dolor  del  otro como  si  fuera nuestro.
Lo  ideal  es  poder entrar  en  el  mundo  privado  del  otro y  ver  sus  sentimientos  y  motivaciones SIN JUZGAR  NI  EVALUAR, tal  como  él/ella  los  ve. Moverse  en  este  ámbito  con  delicadeza sin  pisotear conceptos o  valores  que son  importantes para  él/ella. Se  trata  de  percibir  intuitivamente, no  sólo  aquellas  experiencias  que  para  él/ella son  conscientes, sino  también  esas otras  que  percibe  apenas en  forma  velada  y  confusa.
Cuando  la  persona  se  da  cuenta de  que  se  le  ha  oído  en  profundidad, se  le  humedecen  los  ojos...Es  como si  un  prisionero  encerrado en  una  mazmorra- o un  sepultado  vivo- consiguiera  por  fin  comunicarse con  el  exterior. Simplemente  esto  le  basta  para liberarse  de  su  aíslamiento. Acaba  de  convertirse  de  nuevo  en  un  ser  humano”.

Cuando  nos  permitimos sentir  con  la  otra  persona, cuando  nos  dejamos  tocar  por  sus  sentimientos, cuando  intentamos  ponernos  en  su  lugar, actuamos  no  solamente desde la teoría o desde nuestras     deducciones, sino  que  podemos  percibir mejor qué  es  lo que necesita  esta  persona  en  este  momento; y  que muy posiblemente sea, muchas  veces,  simplemente  ser  escuchada con  respeto. La  comunicación  empática  nos  ayuda a huir de los  peligros  de  las  clasificaciones.  Tiene  que ver  con la  escucha, con la apertura  del  corazón y con  el  respeto al  otr@.
La empatía es comunicación. Es  lo  opuesto  a  la proyección. A la  aplicación  de  esquemas.
Los  esquemas,  las  clasificaciones  son  solamente  un  conocimiento orientativo. Si la  persona  se  siente  clasificada, en  vez  de  sentirse  reconocida  en  su  particularidad,  sentirá, una  vez  más, que  otros/as conocen  más  que  ellas  mismas  lo  que  les  sucede. 
Nuestros conocimientos y nuestra  comprensión intelectual son importantes, pero con la comunicación empática, en el proceso terapéutico, recibimos una información que viene directa de la persona. Llega  a  través  de nuestros sentidos y da  sentido  a  nuestros  conocimientos.

La  empatía  no es simbiosis aunque  fácilmente pueden  confundirse.
 La simbiosis es la indiferenciación, la  confusión  con  el/la otr@.  Nos  involucramos demasiado  con  la  persona;  ya  no  podemos  separar nuestro  sentimiento del  suyo, no  podemos  distinguir  nuestro  ruido interno, y  nos  fundimos totalmente  con su  dolor  y su  historia  perdiendo  de vista   nuestra  situación  de terapeuta.
Lo  más  habitual  es  que esta  simbiosis   sea  momentánea. Las  razones  pueden  ser  diversas:
.-Quizás  lo  que  está  viviendo  esta  persona resuene como  algo  conocido al/ a  la terapeuta.
.-O  bien, podría  ser  una  tendencia  del/ de la terapeuta; si su  estructura  emocional  es  frágil  y sus  sentimientos  se  desbordan  fácilmente.
Sentir con la  persona no puede llevarnos a perder nuestra  individualidad. Si  sucede dejamos de estar en el lugar del/de la terapeuta y dejamos  de  estar  ofreciendo  un  espacio  terapéutico. Y, sin  darnos  cuenta   sería fácil entrar  en  el  terreno  de  los  consejos.
Puede  suceder que nos  encontremos,  a veces,  simbiotizándonos sin  habernos  casi dado  cuenta.
Una reacción  emocional,  con  un  relato  muy dramático, por  ejemplo, puede  llevarnos  a sumergirnos con los/las clientes en  el dolor permitiendo que afloren nuestros sentimientos.
No  hay  nada  malo  en ello, incluso  la  persona  puede  sentirse  así  más  acompañada.  Siempre  y  cuando no  olvidemos cual  es  nuestro lugar en el  proceso  terapéutico  de  la  persona.
Si, en  algún  momento,  nos  damos  cuenta  que  estamos  simbiotizándonos, hay  que conocer la forma de individualizarnos de  nuevo, de no dejarnos arrastrar totalmente por el mundo emocional de la persona.

El/la  cliente  necesita escucha,  empatía  pero  también   contención.

“Yo soy yo y ella es ella”.
No podemos ayudar más que desde allí. Es decir, podemos  conectar con su sentimiento, reconocerlo, incluso expresarlo (no  pasa  nada  si  surge  alguna  lágrima) pero  somos dos personas diferentes. Sus  sentimientos  tienen  que  ver  con  su  vida, sus  experiencias,  y  no  con  la  nuestra. Sus  soluciones  tienen  que  ver  con  su  vida, con  sus  posibilidades, y  no con  las  nuestras. 
Es  precisamente  muy  importante que  seamos, en  este  momento, otra  persona, un testigo que pueda reconocer, contener a  la  persona  en  su  sentimiento y  su  historia, y  acogerla  sin  juicio. 

Cuando podemos  establecer  una  conexión  empática, conservando nuestra individualidad, sin  poner  barreras  pero  sin  simbiotizarnos podemos  ser  este  testigo  necesario. Podemos  conservar así un  acceso  claro a la información que proviene de nuestros conocimientos técnicos,  intelectuales,  de nuestro  aprendizaje y nuestra experiencia. En  una  conexión  empática  estos  conocimientos  son enriquecidos.
Si nos perdemos en las emociones del/de la cliente estas  informaciones  se  pierden o bien si  perdemos  nuestra  capacidad de visión sistémica, son utilizadas de forma  confusa.

En  el  extremo  opuesto de  la  simbiosis,  encontramos  el  distanciamiento. Si interponemos la teoría entre la persona y nosotr@s, sin permitirnos dejarnos afectar por su sentir, aplicaremos nuestros  conocimientos teóricos y, o, subjetivos. Estaremos intentando encajarla en  nuestros  esquemas. 
Conocemos diversas teorías, sabemos  leer  en  el  cuerpo y podemos  saber  seguramente  muchas  cosas  respecto  a  lo  que  le  ocurre  al  otr@. Pero, si  nos  mantenemos  distantes, aunque  podamos  hacer  un  certero  diagnóstico, tendremos  dificultad para conectar  con  lo  que  realmente siente. Será  difícil que se cree un  buen  espacio  terapéutico. Es  muy  diferente sentirse  reconocid@ en  su  subjetividad  que  ser  incluid@  en  una  buena  teoría.
Cuando simplemente aplicamos  teorías  y  clasificaciones, la vivencia para el/la paciente será la misma de siempre. Siempre hay  que escuchar  a l@s  que  saben más  sobre nosotr@s  y  sobre la  vida,  que  nosotr@s mism@s. Hay que adecuarse a lo que se supone equilibrado y correcto.
Y de nuevo perderá la oportunidad de escucharse a si mism@, y encontrar  las  respuestas  que  le  son  propias. Los mismos perros de toda la vida con diferentes collares.
Actitud  del/de la  terapeuta.-

Para  poder  establecer  esta  conexión  empática  que  es  una  conexión  de sanación, para ser  capaz  de  escucha  del/de la otr@ sin  proyectar, sin interferir y  sin  aplicarle  esquemas teóricos, es importante haberse familiarizado  con  las propias  emociones. Haberlas  reconocido, aceptado  y  expresado. Solamente  así podremos  acoger  las  de  l@s  demás sin  manipularlas.

De  ahí  la  importancia  del  proceso  terapéutico  de l@s  terapeutas: para  poder  reconocer  lo  propio y  acoger  lo del/de la  otr@.; para que  pueda  despertarse la  sensibilidad. Para  que  el proceso pueda  darse  sin  el  empeño de  confirmar nuestro  ego, nuestras  intuiciones, nuestras  teorías, nuestras  informaciones  del  tipo  que  sean. O  tranquilizar nuestra inseguridad
Las informaciones profesionales y  teóricas han  de  servir  de  orientación,  jamás  para  hacer afirmaciones.  

Así pues, se  necesita  un  buen  bagaje  de  conocimientos y una  suficiente  claridad  con  nuestros  propios  procesos,  para  no  dejarnos  arrastrar de  forma  subjetiva.
Será  precisa también  la comunicación  constante  con  el/la  paciente porque son  ellos/as los que  finalmente  tienen acceso a su  propia  información. Nuestras  conclusiones  deben  pasar   siempre  el  tamiz de  los/as pacientes. Esto es de  suma  importancia. Solamente  así podremos  ayudar a  que vayan recuperando su  estructura  interna, su  propia  escucha y su autoestima.
Será así como podremos ofrecer una  capacidad empática suficientemente  buena y no  anteponer  la  teoría, ni  nuestras  propias  experiencias, a  la  persona.
Actuar con la realidad y no solamente de forma  teórica o  emocional.

Medidas prácticas.

Para estar conectad@s de forma empática, y no perdernos en el/la otr@, es necesario que, como terapeutas, podamos  estar centrad@s. Para  ello, hay  una  fórmula  simple: no podemos  olvidarnos de nuestro cuerpo.
Suele ser suficiente la observación de nuestra respiración. Porque en el momento en que entramos en simbiosis, nuestra respiración va haciéndose cada vez más corta y superficial y acaba  acoplándose  a  la  de la  persona. Entonces  podemos  constatar que nos  hemos  dejado  arrastrar.
Por  lo  tanto  es  importante conservar  una  respiración  tranquila  y  profunda (si  es  posible  de Hara). De  esta  forma  podremos  ser  un  referente  de calma, de  contención, que  permitirá  a la  persona  explorar  su  vivencia. Y  será  ella  que,  poco  a  poco irá  acoplándose  a  nuestra  respiración.
Otros recursos  para  conservar nuestro  espacio, cuando existe  la  tendencia a perderlo, son: sentir la presencia de  la columna, situarnos  en  el  Hara, ser  conscientes del  propio  espacio energético e inclusive, si hace falta, repetirse: “yo estoy aquí, él/ella está allá y solamente le puedo ayudar desde aquí”.
Se puede perfectamente  realizar este proceso sin perder la atención plena en lo que esté sucediendo. Sin dejar de estar conectad@s empáticamente. Al contrario, ello permitirá  una mejor calidad de atención.
Es finalmente siempre ocupando de la mejor forma posible nuestro  propio espacio  energético que podremos ofrecer una presencia lo más estable posible a la persona  que está  moviendo sus estructuras.

Todo este proceso se hace muy importante si lo que esté sucediendo en la sesión, si la forma de ser del/de la cliente, tiene algún punto de contacto con alguna de nuestras propias problemáticas. Porque es  especialmente  en  estas  circunstancias que podemos  deslizarnos  en  proyecciones  o  en  simbiosis.
Estas  observaciones  son  importantes para tod@ terapeuta, pero especialmente para las  personas  que  tienen  una  cierta  tendencia  a la  simbiosis.
Aunque puede también ocurrir lo contrario; es  decir, si  lo  que  siente   o expresa  la  persona,  toca  las vivencias  y  conflictos del/de la terapeuta, esta  circunstancia puede  provocarle  una  situación  de  bloqueo  y  alejamiento. En estos  momentos  lo  importante  es  respirar  en  el  Hara, estar  lo más  presentes posible y dejar espacio para que  el/la  paciente  se  exprese.

El  proceso  empático no sucede siempre de forma ideal. Somos  seres  humanos. Es  una  realidad  que no  se  está  siempre   en   ideal disposición  Cada un@ tenemos nuestras vidas y a veces  sentimos que no podemos estar plenamente presentes trabajando  desde  la  empatía y la  comunicación. Días en los que estamos más en la cabeza o más cansad@s. Y  no  se  puede sentir  empatía por  obligación.
En este momento para  algun@s  el  peligro  estará en entregarse más, y a  dar más, para compensar,  en otros planos o en el tiempo.
Para  otr@s este  día se  creará  más  distancia, las  barreras  estarán  más  levantadas. 
Es importante ser consciente de ello y no culpabilizarse. Podemos recurrir estos días a las muchas posibilidades que tenemos en Diafreo, más técnicas, más posturales; son siempre muy útiles pues no  podemos  olvidar  que  son  la  causa física  que  lleva  al  cambio y  a la  estructuración.
Y siempre será posible  dar  el  espacio a la  persona, dejar  momentos  de  silencio, puesto  que  finalmente es la  que  tiene las  respuestas. 


Resumiendo:
Recibimos  en  las sesiones  la  comunicación por 4 tipos  de  información:
.- La información  que  proviene  de  la  persona: lo  que  ella siente,  percibe  y  comunica.
.- La  información empática, más  allá  de las  palabras, que  nos  permite  percibir más  sutilmente al/a la  otr@. Si podemos estar  sinceramente  abiert@s  a  la  comunicación.
.- La  información que  proviene  de  nuestros  conocimientos: la lectura  corporal, la observación  de los  movimientos  compensatorios, de las  reacciones emocionales,  de la  estructura  caracterial  dominante etc…

Y  podemos  hablar además  de  una  4ª fuente  de  información;
De  los 400 mil millones  de  bytes de  información  que  recibe  nuestro  cerebro por  segundo, somos  sólo  consciente,  habitualmente,  de unos  2000 que  tienen  que  ver   con la  percepción  más habitual  del  cuerpo, del  entorno  y  del  tiempo. Como  si  hubiéramos  programado nuestro  cerebro  como  un receptor  de  radio  preparado  para  recibir  solamente  unas  cuantas emisoras.
Sin  embargo  las  informaciones  están   allí y  si  podemos   abrirnos a ellas,  tenemos  otra  fuente  de  información. La  práctica  de  la  meditación, la  creencia  de  que  estas  informaciones  están  allí, el  aprender  a  soltar  la tensión  del  cerebro, serán  medios que  influirán  en  la  forma  de  recibirlas. 
Cuando  nos sentimos sin información, simplemente tomando  conciencia  de  estas  Energías, llamándolas, respirando y  abriéndonos para recibirlas nos  abrirá  a  esta  posibilidad. Bastará creer en ello.
Sin  embargo, este  tipo de  informaciones,  muchas  veces  misteriosas,  otras  veces  llamadas intuición,  deben  ser  siempre transmitidas a l@s pacientes con  suma  prudencia, porque nosotr@s acabamos  siendo  el  instrumento  que  las  transmite  o  interpreta  y  este  instrumento  será  siempre, en  mayor o menor grado, subjetivo. Cuando  aparecen  estas  informaciones,  las  guardamos  y  observamos  si  se  confirman. Si decidimos comunicarlas, debe  ser siempre en forma  condicionada, dejando  siempre  la   última  palabra  al/a la  cliente que  las  tomará  o  no.

Otro  punto  a  tener  en  cuenta  al  nivel energético es el  intercambio  energético.
Este intercambio se  produce  entre  dos  personas cuando  hay  comunicación y abertura  entre  ellas, cuando  hay   empatía. En  este  caso, debido  a la negantropía,  que  es una  de las  cualidades  de la  energía  Vital,  la  energía  se multiplica (por  17 según  datos  de  Alain Masson). 
No  es  así, sin  embargo  cuando  no  hay  intercambio. Entonces una  de las  dos  partes absorbe parte  de la  energía  de  la  otra.
Es  una  experiencia  bien  conocida  el  hecho  de  quedar  vací@s después  de  una  sesión.  O  bien la  sensación  de plenitud,  a  pesar  del  cansancio,  cuando  ha  habido intercambio.

Como  terapeutas, para  no  quedarnos  vací@s, en  ausencia  de intercambio, recurriremos  a  la  respiración   y a  ocupar  nuestro  espacio  energético.
Y  también  a  aceptar  que  no  siempre  el/la  otr@ está  dispuest@ a  intercambiar.
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Continuando con Carls Rogers: “Cuando(…)alguien te  escucha con  todo  su  ser absteniéndose  de  juzgar, sin  tratar de  responsabilizarse de ti ni  querer cambiarte, sientes  algo  maravilloso.(…)Cuando  se  me  ha  prestado  atención, se  me  ha  escuchado, soy  capaz  de  contemplar  mi  mundo de  una  manera nueva  y  seguir adelante. Resulta  sorprendente  ver que algo  que  no  parecía  tener  solución la  tiene  cuando  hay  alguien  que  te  escucha. Y  todas  las  cosas que  parecían  irremediables se  convierten  en  un  río que  discurre prácticamente  sin  trabas por  el  solo  hecho de  que  alguien  ha  escuchado  tus  palabras”.
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Otro punto importante a tener en cuenta en  nuestro  trabajo, al nivel energético es el de la energía medioambiental. Es importante el entorno en el que trabajamos.
Cuando una persona abre circuitos cerrados, libera energías estancadas, hay un proceso de autorregulación del cuerpo para que la energía se reorganice. Forma  parte  del  proceso constante de autorregulación de los sistemas energéticos. En este proceso se incluyen todos los campos energéticos próximos. En el que queda comprendido el de la sala de trabajo y el nuestro propio.
Por eso el entorno energético debe cuidarse. Cuando más se carga y menos se recicla, más contaminad@s quedamos l@s terapeutas. Debe cuidarse ante todo la ventilación, lo más importante. Utilizando también algún modo de eliminar  energías  negativas como pueda ser el fuego (velas), las esencias (menta y lavanda) o la manta metálica (con cable al agua) para descargar  el espacio.
También es importante tener un ritual de limpieza energética entre sesión y sesión como pasar manos y antebrazos bajo el agua, con atención e intención (requisitos necesarios para actuar en un campo energético). O simplemente hacer un poco de drenaje energético en los brazos.
Y, SOBRETODO, RESPIRAR.

 Malen Cirerol








 
  


  

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