Empatía, simbiosis e intercambio energético
en el trabajo.-
En una sesión la comunicación se establece en
diferentes niveles, mucho más
allá de los gestos visibles
y las palabras. Para que
pueda crearse un espacio terapéutico
suficientemente bueno el/la terapeuta
debería desarrollar su
capacidad empática.
La palabra EMPATÍA proviene del
griego (“emocionado”) y es la
capacidad cognitiva de percibir,
en un
contexto común , lo que
otro individuo puede sentir.
También es descrita como un sentimiento de participación
afectiva de una persona en
la realidad que afecta a otra. (Wilkipedia)
Dice Carl Rogers sobre la
empatía...” Hay que esforzarse en
vivenciar la situación y los sentimientos de la
otra persona, procurar
introducirse dentro de ella hasta
el punto de poder intuir aquello que ella misma no ve.
¿Hasta qué punto
puede ser esto
una técnica factible de
ser enseñada? Mas bien
depende de la sensibilidad innata del/de la terapeuta que
le hace posible quedarse
en blanco, abrirse totalmentr al/a la otro/a de
modo que resuene en él/ella,
como si
se hubiese transformado en una
antena parabólica.
Esta comprensión
empática exige no olvidar que se
trata de los sentimientos de
otra persona y no
de los nuestros. Si
lo que escuchamos
tiene alguna relación con problemas
o sentimientos nuestros, es
muy fácil identificarse con
ellos y sufrir el
dolor del otro como
si fuera nuestro.
Lo ideal es poder
entrar en el
mundo privado del
otro y ver sus
sentimientos y motivaciones SIN JUZGAR NI
EVALUAR, tal como él/ella
los ve. Moverse en
este ámbito con
delicadeza sin pisotear conceptos
o valores que son
importantes para él/ella. Se trata
de percibir intuitivamente, no sólo
aquellas experiencias que
para él/ella son conscientes, sino también
esas otras que percibe
apenas en forma velada
y confusa.
Cuando la persona
se da cuenta de
que se le
ha oído en
profundidad, se le humedecen
los ojos...Es como si
un prisionero encerrado en
una mazmorra- o un sepultado
vivo- consiguiera por fin
comunicarse con el exterior. Simplemente esto
le basta para liberarse de
su aíslamiento. Acaba de
convertirse de nuevo
en un ser
humano”.
Cuando
nos permitimos sentir con
la otra persona, cuando nos
dejamos tocar por
sus sentimientos, cuando intentamos
ponernos en su
lugar, actuamos no solamente desde la teoría o desde nuestras deducciones, sino que podemos percibir mejor qué es lo
que necesita esta persona
en este momento; y
que muy posiblemente sea, muchas
veces, simplemente ser escuchada
con respeto. La comunicación
empática nos ayuda a huir de los peligros
de las clasificaciones. Tiene
que ver con la escucha, con la apertura del
corazón y con el respeto al
otr@.
La empatía es comunicación. Es lo
opuesto a la proyección.
A la aplicación de
esquemas.
Los esquemas, las
clasificaciones son solamente
un conocimiento orientativo. Si
la persona se
siente clasificada, en vez
de sentirse reconocida
en su particularidad, sentirá, una
vez más, que otros/as conocen más
que ellas mismas
lo que les
sucede.
Nuestros conocimientos y nuestra
comprensión intelectual son importantes, pero con la comunicación
empática, en el proceso terapéutico, recibimos una información que viene
directa de la persona. Llega a través
de nuestros sentidos y da
sentido a nuestros
conocimientos.
La empatía
no es simbiosis aunque fácilmente pueden confundirse.
La simbiosis es la indiferenciación,
la confusión con
el/la otr@. Nos involucramos demasiado con
la persona; ya
no podemos separar nuestro sentimiento del suyo, no
podemos distinguir nuestro
ruido interno, y nos fundimos totalmente con su
dolor y su historia
perdiendo de vista nuestra
situación de terapeuta.
Lo más habitual
es que esta simbiosis
sea momentánea. Las razones
pueden ser diversas:
.-Quizás lo que
está viviendo esta
persona resuene como algo conocido al/ a la terapeuta.
.-O bien, podría ser
una tendencia del/ de la terapeuta; si su estructura
emocional es frágil
y sus sentimientos se
desbordan fácilmente.
Sentir con la persona no puede llevarnos
a perder nuestra individualidad. Si sucede dejamos de estar en el lugar del/de la
terapeuta y dejamos de estar
ofreciendo un espacio
terapéutico. Y, sin darnos cuenta
sería fácil entrar en el
terreno de los
consejos.
Puede suceder que nos encontremos,
a veces, simbiotizándonos
sin habernos casi dado
cuenta.
Una reacción emocional, con
un relato muy dramático, por ejemplo, puede llevarnos
a sumergirnos con los/las clientes en
el dolor permitiendo que afloren nuestros sentimientos.
No hay nada
malo en ello, incluso la
persona puede sentirse
así más acompañada.
Siempre y cuando no
olvidemos cual es nuestro lugar en el proceso
terapéutico de la persona.
Si, en algún momento,
nos damos cuenta
que estamos simbiotizándonos, hay que conocer la forma de individualizarnos
de nuevo, de no dejarnos arrastrar
totalmente por el mundo emocional de la persona.
El/la cliente necesita escucha, empatía
pero también contención.
“Yo soy yo y ella es ella”.
No podemos ayudar más que desde allí. Es decir, podemos conectar con su sentimiento, reconocerlo,
incluso expresarlo (no pasa nada
si surge alguna
lágrima) pero somos dos personas
diferentes. Sus sentimientos tienen
que ver con
su vida, sus experiencias,
y no con
la nuestra. Sus soluciones
tienen que ver
con su vida, con
sus posibilidades, y no con
las nuestras.
Es precisamente muy
importante que seamos, en este
momento, otra persona, un testigo
que pueda reconocer, contener a la persona
en su sentimiento y
su historia, y acogerla
sin juicio.
Cuando podemos establecer una
conexión empática, conservando
nuestra individualidad, sin poner barreras
pero sin simbiotizarnos podemos ser
este testigo necesario. Podemos conservar así un acceso
claro a la información que proviene de nuestros conocimientos
técnicos, intelectuales, de nuestro
aprendizaje y nuestra experiencia. En
una conexión empática
estos conocimientos son enriquecidos.
Si nos perdemos en las emociones del/de la cliente estas informaciones
se pierden o bien si perdemos
nuestra capacidad de visión
sistémica, son utilizadas de forma
confusa.
En el extremo
opuesto de la simbiosis,
encontramos el distanciamiento. Si
interponemos la teoría entre la persona y nosotr@s, sin permitirnos dejarnos
afectar por su sentir, aplicaremos nuestros
conocimientos teóricos y, o, subjetivos. Estaremos intentando encajarla
en nuestros esquemas.
Conocemos diversas teorías, sabemos
leer en el
cuerpo y podemos saber seguramente
muchas cosas respecto
a lo que
le ocurre al
otr@. Pero, si nos mantenemos
distantes, aunque podamos hacer
un certero diagnóstico, tendremos dificultad para conectar con
lo que realmente siente. Será difícil que se cree un buen
espacio terapéutico. Es
muy diferente sentirse reconocid@ en
su subjetividad que
ser incluid@ en
una buena teoría.
Cuando simplemente aplicamos
teorías y clasificaciones, la vivencia para el/la
paciente será la misma de siempre. Siempre hay
que escuchar a l@s que
saben más sobre nosotr@s y
sobre la vida, que
nosotr@s mism@s. Hay que adecuarse a lo que se supone equilibrado y
correcto.
Y de nuevo perderá la oportunidad de escucharse a si mism@, y encontrar las
respuestas que le son propias. Los mismos perros de toda la vida
con diferentes collares.
Actitud
del/de la terapeuta.-
Para poder
establecer esta conexión
empática que
es una conexión
de sanación, para ser capaz de
escucha del/de la otr@ sin proyectar, sin interferir y sin
aplicarle esquemas teóricos, es
importante haberse familiarizado con las propias emociones. Haberlas reconocido, aceptado y
expresado. Solamente así
podremos acoger las
de l@s demás sin
manipularlas.
De ahí la
importancia del proceso
terapéutico de l@s terapeutas: para poder
reconocer lo propio y
acoger lo del/de la otr@.; para que pueda
despertarse la sensibilidad.
Para que
el proceso pueda darse sin
el empeño de confirmar nuestro ego, nuestras
intuiciones, nuestras teorías,
nuestras informaciones del
tipo que sean. O
tranquilizar nuestra inseguridad
Las informaciones profesionales y
teóricas han de servir
de orientación, jamás
para hacer afirmaciones.
Así pues, se necesita un
buen bagaje de
conocimientos y una
suficiente claridad con
nuestros propios procesos,
para no dejarnos
arrastrar de forma
subjetiva.
Será precisa también la comunicación constante
con el/la paciente porque son ellos/as los que finalmente
tienen acceso a su propia información. Nuestras conclusiones
deben pasar siempre
el tamiz de los/as pacientes. Esto es de suma
importancia. Solamente así
podremos ayudar a que vayan recuperando su estructura
interna, su propia escucha y su autoestima.
Será así como podremos ofrecer una
capacidad empática suficientemente
buena y no anteponer la
teoría, ni nuestras propias
experiencias, a la persona.
Actuar con la realidad y no
solamente de forma teórica o emocional.
Medidas prácticas.
Para estar conectad@s de forma empática, y no perdernos en el/la otr@, es
necesario que, como terapeutas, podamos
estar centrad@s. Para ello,
hay una
fórmula simple: no podemos olvidarnos de nuestro cuerpo.
Suele ser suficiente la observación de nuestra respiración. Porque en el
momento en que entramos en simbiosis, nuestra respiración va haciéndose cada
vez más corta y superficial y acaba
acoplándose a la de
la persona. Entonces podemos
constatar que nos hemos dejado
arrastrar.
Por lo tanto
es importante conservar una
respiración tranquila y
profunda (si es posible
de Hara). De esta forma
podremos ser un
referente de calma, de contención, que permitirá
a la persona explorar
su vivencia. Y será
ella que, poco
a poco irá acoplándose
a nuestra respiración.
Otros recursos para conservar nuestro espacio, cuando existe la
tendencia a perderlo, son: sentir la presencia de la columna, situarnos en
el Hara, ser conscientes del propio
espacio energético e inclusive, si hace falta, repetirse: “yo estoy
aquí, él/ella está allá y solamente le puedo ayudar desde aquí”.
Se puede perfectamente realizar este
proceso sin perder la atención plena en lo que esté sucediendo. Sin dejar de
estar conectad@s empáticamente. Al contrario, ello permitirá una mejor calidad de atención.
Es finalmente siempre ocupando de la mejor forma posible nuestro propio espacio energético que podremos ofrecer una presencia
lo más estable posible a la persona que
está moviendo sus estructuras.
Todo este proceso se hace muy importante si lo que esté sucediendo en la
sesión, si la forma de ser del/de la cliente, tiene algún punto de contacto con alguna de nuestras propias problemáticas. Porque
es especialmente en
estas circunstancias que
podemos deslizarnos en
proyecciones o en
simbiosis.
Estas observaciones son
importantes para tod@ terapeuta, pero especialmente para las personas
que tienen una
cierta tendencia a la
simbiosis.
Aunque puede también ocurrir lo contrario; es decir, si
lo que siente
o expresa la persona,
toca las vivencias y
conflictos del/de la terapeuta, esta
circunstancia puede provocarle una
situación de bloqueo
y alejamiento. En estos momentos
lo importante es
respirar en el Hara,
estar lo más presentes posible y dejar espacio para
que el/la paciente
se exprese.
El proceso empático no sucede siempre de forma ideal.
Somos seres humanos. Es
una realidad que no
se está siempre
en ideal disposición Cada un@ tenemos nuestras vidas y a veces sentimos que no podemos estar plenamente
presentes trabajando desde la
empatía y la comunicación. Días
en los que estamos más en la cabeza o más cansad@s. Y no
se puede sentir empatía por
obligación.
En este momento para algun@s el
peligro estará en entregarse más,
y a dar más, para compensar, en otros planos o en el tiempo.
Para otr@s este día se
creará más distancia, las barreras
estarán más levantadas.
Es importante ser consciente de ello y no culpabilizarse. Podemos recurrir
estos días a las muchas posibilidades que tenemos en Diafreo, más técnicas, más
posturales; son siempre muy útiles pues no
podemos olvidar que
son la causa física
que lleva al
cambio y a la estructuración.
Y siempre será posible dar el
espacio a la persona, dejar momentos
de silencio, puesto que
finalmente es la que tiene las
respuestas.
Resumiendo:
Recibimos en las sesiones
la comunicación por 4 tipos
de información:
.- La información que proviene
de la persona: lo
que ella siente, percibe
y comunica.
.- La información empática, más allá
de las palabras, que nos
permite percibir más sutilmente al/a la otr@. Si podemos estar sinceramente
abiert@s a la
comunicación.
.- La información que proviene
de nuestros conocimientos: la lectura corporal, la observación de los
movimientos compensatorios, de
las reacciones emocionales, de la
estructura caracterial dominante etc…
Y podemos hablar además
de una 4ª fuente de
información;
De los 400 mil millones de
bytes de información que
recibe nuestro cerebro por
segundo, somos sólo consciente,
habitualmente, de unos 2000 que
tienen que ver
con la percepción más habitual
del cuerpo, del entorno
y del tiempo. Como
si hubiéramos programado nuestro cerebro
como un receptor de
radio preparado para
recibir solamente unas
cuantas emisoras.
Sin embargo las
informaciones están allí y
si podemos abrirnos a ellas, tenemos
otra fuente de
información. La práctica de
la meditación, la creencia
de que estas
informaciones están allí, el
aprender a soltar
la tensión del cerebro, serán medios que
influirán en la
forma de recibirlas.
Cuando nos sentimos sin información,
simplemente tomando conciencia de
estas Energías, llamándolas,
respirando y abriéndonos para recibirlas
nos abrirá a esta posibilidad. Bastará creer en ello.
Sin embargo, este tipo de
informaciones, muchas veces
misteriosas, otras veces
llamadas intuición, deben ser
siempre transmitidas a l@s pacientes con
suma prudencia, porque nosotr@s
acabamos siendo el instrumento que
las transmite o
interpreta y este
instrumento será siempre, en
mayor o menor grado, subjetivo. Cuando
aparecen estas informaciones, las
guardamos y observamos
si se confirman. Si decidimos comunicarlas, debe ser siempre en forma condicionada, dejando siempre
la última palabra
al/a la cliente que las
tomará o no.
Otro punto a
tener en cuenta
al nivel energético es el
intercambio energético.
Este intercambio se produce entre
dos personas cuando hay
comunicación y abertura
entre ellas, cuando hay
empatía. En este caso, debido
a la negantropía, que es una
de las cualidades de la
energía Vital, la
energía se multiplica (por 17 según
datos de Alain Masson).
No es así, sin
embargo cuando no
hay intercambio. Entonces
una de las dos
partes absorbe parte de la energía
de la otra.
Es una experiencia
bien conocida el
hecho de quedar
vací@s después de una
sesión. O bien la
sensación de plenitud, a
pesar del cansancio,
cuando ha habido intercambio.
Como terapeutas, para no
quedarnos vací@s, en ausencia
de intercambio, recurriremos
a la respiración
y a ocupar nuestro
espacio energético.
Y también a
aceptar que no
siempre el/la otr@ está
dispuest@ a intercambiar.
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Continuando con Carls Rogers: “Cuando(…)alguien te
escucha con todo su ser
absteniéndose de juzgar, sin
tratar de responsabilizarse de ti
ni querer cambiarte, sientes algo
maravilloso.(…)Cuando se me
ha prestado atención, se
me ha escuchado, soy capaz
de contemplar mi
mundo de una manera nueva
y seguir adelante. Resulta sorprendente
ver que algo que no
parecía tener solución la
tiene cuando hay
alguien que te
escucha. Y todas las
cosas que parecían irremediables se convierten
en un río que
discurre prácticamente sin trabas por
el solo hecho de
que alguien ha
escuchado tus palabras”.
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Otro punto importante a tener en cuenta en
nuestro trabajo, al nivel
energético es el de la energía medioambiental. Es importante el entorno en el
que trabajamos.
Cuando una persona abre circuitos cerrados, libera energías estancadas, hay
un proceso de autorregulación del cuerpo para que la energía se reorganice.
Forma parte del
proceso constante de autorregulación de los sistemas energéticos. En
este proceso se incluyen todos los campos energéticos próximos. En el que queda
comprendido el de la sala de trabajo y el nuestro propio.
Por eso el entorno energético debe cuidarse. Cuando más se carga y menos se
recicla, más contaminad@s quedamos l@s terapeutas. Debe cuidarse ante todo la
ventilación, lo más importante. Utilizando también algún modo de eliminar energías
negativas como pueda ser el fuego (velas), las esencias (menta y
lavanda) o la manta metálica (con cable al agua) para descargar el espacio.
También es importante tener un ritual de limpieza energética entre sesión y
sesión como pasar manos y antebrazos bajo el agua, con atención e intención
(requisitos necesarios para actuar en un campo energético). O simplemente hacer
un poco de drenaje energético en los brazos.
Y, SOBRETODO, RESPIRAR.
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